lunes, septiembre 22, 2014

"No te lancearás"

Mi respiración aumentaba rápidamente y sentía que me estaba hiperventilando. Jadeaba como tratando de llamar la atención, aunque sabía que dentro del lanzador y con los ruidos de los motores a reacción nadie podría oírme. Traté de juntar valor para no sumirme en el pánico. Tal y como lo habíamos practicado tantas veces, tal y como lo habíamos resuelto tantas otras veces en el pasado. 

"Hasta aquí llegué", me repetía a mi mismo, con un aire de orgullo y forzando un optimismo que me saque de este claustrofóbico trance.  El ritmo de mi respiración aminoraba y comenzaba a ser consciente de la geometría en la cual me hallaba embutido.  El cilindro lanzador era opaco y solo se veía una aureola de luz en la parte superior, por donde saldría despedido en unos pocos minutos.

La ilusa calma que comenzó a inundarme se disipó cuando escuché el primer disparo. El fenómeno no era más que un estruendo lejano que sacudió ligeramente el lanzador y un degrade luminoso de la aureola superior que me permitía intuir desde donde había sido lanzado el primer ejecutor. Pero no es el fenómeno lo que me aterraba. Ni antes, ni en ese momento, ni después, nunca un evento me asustó por su propia condición.  "¿Cómo hice para llegar hasta aquí? ¿Cómo sobreviví tanto? Si considero lo que pasó hace unos instantes  y la situación en la que estoy. ¿Que clase de futuro tenebroso me espera?". La interapolación era casi un deporte para mi. Si algo ha estado mal, y está peor, entonces estará mucho peor. Un pensamiento lineal que cualquier ser evolutivamente estable acuñaría para forzar un cambio en pos del instinto de supervivencia.

El segundo disparo tronó a pocos metros de mi lanzador. Perdí el control de mis esfínteres, castañeaba los dientes y me retorcía para no temblar. 

"Hasta aquí llegué", chillé con angustia. No estaba preparado para esto. No sé en que estaba pensando, o en que no estaba pensando. Nunca pude volver a verla, aunque mantuve mi amor latente como un caldo de cultivo, nunca me animé a destruir el mundo por ella. Que cobarde. Tan cobarde como un imbécil que se ha cagado en las patas a punto de ser disparado hacia la nada.  Ni siquiera mi mal ejemplo servirá de nada. 

El ruido de los motores aumentó. "Hasta aquí llegué", dije de nuevo en voz alta. Y en medio del bullicio comencé a gritar desafiante. "Que quede registrado que hasta aquí llegó un hombre intrépido que no supo medir el peligro en pos de una adictiva ambición!", pero yo no escuchaba ni mi propia voz. En un lapsus, que seguramente es muy conocido por más de una teoría psicológica, sentí un esbozo de claridad mental, y un aumento de adrenalina que me devolvió las fueras necesarias para reclinarme en posición de combate.  Respiré profundamente, y puse mi mente en blanco.

El tercer disparo me lanzó con una velocidad descomunal que me hubiese despedazado en el aire si no hubiese adoptado la postura de lanzamiento segundos antes del estallido.  La aureola de luz creció y me encandiló durante el primer despegue. Pero mientras aún continuaba acelerándome recuperé la visión solo para ser testigo de la destrucción.

Las plantaciones calcinadas solo era un contexto del horror que se veía desde el cielo. Los carroñeros con miembros faltantes y quemaduras expuestas se arremolinaban alrededor de las pocas casas que quedaron en pie. Aisladas de todo camino y con escasez de recursos, decenas de personas habían muerto por infeccciones que a comienzos del siglo XXI se curaban con una simple pastilla. 
El resto de la gente no tuvo tanta suerte. Rodeada por los carroñeros se estaba lentamente muriendo de hambre.

La velocidad seguía en aumento,  los propulsores conseguían que supere ampliamente la velocidad terminal y en algún momento los sonidos se disolvieron. Había cruzado la barrera del No-Sonido, lo que, tal como me lo habían adelantado, marcaba un cambio de regimen en la misión. 

La zona destruida de transición daba lugar a un gigantesco cañadón que me separaba de mi destino.   Del cañadón emanaban todo tipo de gases tóxicos. "No son todos los gases tóxicos?" "Acaso no depende todo de la unidad en la que se mida?". Abandoné esas preguntas sin dirección ni sentido y volví a enfocarme en horizonte. "Mi destino....¿ Lo lograré? Ante tantas cosas que pueden salir mal... ¿Realmente lo lograré?".  

Me habían contado muchas veces de las erupciones de azufre, lo impactante y espectaculares que eran. Nadie había conseguido, ni podría conseguir, describir el profundo miedo que uno siente al volar por encima de una erupción y ver como la tierra se abre exhalando su ira.  

Una incómoda calma se apoderó de mi, sin poder decidirme entre una postura positiva o negativa. Con este virtual "Status Quo" instantáneo conseguí llegar hasta aqui, y podría seguir avanzando. No era dinero, ni fama, ni reconocimiento, o al menos eso me mentía a mi mismo. Seguramente todos los ejecutores consiguen  autoconvencerse de que los nobles motivos que los llevan a lanzarse hacia el oeste. Yo creía que lo hacía porque podía, o porque quería demostrrarme que podía. 

El sonido volvió para romper la calma, sentir la brusca desaceleración hasta llegar al punto más alto, donde algún científico loco estimaba que ya había recorrido dos terceras partes del viaje. 
Las nubes cubrieron el horizonte, y comencé a sentir nuevamente miedo. 

"Hasta aquí llegué". Cuantas veces me había dicho lo mismo antes, siempre con miedo a que sea la última vez.  "Si he llegado hasta aqui No seré acaso suficientemente especial? Puedo afrontar esto y mucho más". Pero el periodo optimista había pasado, y tuve la mala fortuna de recordar la falacia lúdica, que cualquier calculador de riesgos debería conocer.
"El hecho que yo haya sobrevivido a tantos desafíos con baja probabilidad de éxito, ¿Tiene alguna relevancia en el cálculo de mis chances futuras?"

Por supuesto, si había tirado 99 veces una moneda y había obtenido 99 veces cara. ¿Con qué temple iba yo a apostar por cruz en el centésimo tiro?. Estaba autocensurado, después de oír tantas historias de intrépidos que sobrevivieron ante las más duras condiciones que el universo les había impuesto, ( O las que ellos se habían auto-impuesto?). Que difícil es leer las historias no escritas de los que murieron intentándolo. Aún cuando fueran la mayoría, son silenciados por un sensacionalismo exitista.

El ensordecedor trueno de una nube de azufre hizo que retomara conciencia de mi inconciencia. Entre nubes de azufre perdí el sentido de la orientación y vi mi vida entera reproducirse como imágenes sueltas inconexas. Ya no tuve más miedo. Estaba listo para morir. 

"Hasta aqui llegué."

Seis ejecutores habían sido lanzados hacia el oeste buscando sembrar un camino nuevo, que no necesariamente devolvería esperanzas, pero que constituía un esfuerzo para buscar alternativas ante un mundo nuevo y desolador.

Cuando llegué al suelo, tres de los seis ejecutores que habían sido lanzados estaban muertos. Yo era uno de ellos. Hasta al jugador más suertudo le llegaba su hora.





lunes, octubre 15, 2012

El curioso ritual de aplaudir

Desde chico tuve una fascinación por los aplausos. El barullo generado por un gentío aplaudiendo no tenía nada que ver con el singular choque de palmas que yo practicaba en soledad. ¿Cómo era posible que un único aplauso apenas provoque sonido y un grupo de gente pueda emitir un sonoro murmullo?

Ni siquiera acelerando el ritmo conseguía algo lejanamente audible.  Con el correr de los años trataba de estudiar los aplausos, el mejor momento era cuando amainababan.

Con un público heterogéneo siempre se encontraba algún rezagado que prolongaba sus aplausos hasta ser el último que repiqueteaba lentamente.

Entendí que la desincronización de los aplausos contribuía a un efecto colectivo, un ruido uniforme con pequeños piquitos que aperiódicamente modulaban el clamor general.

Entonces hice la prueba. Me grabé a mi mismo dando un solo aplauso. Con la computadora era fácil generar una pista de sonido repitiendo mis aplausos y poniendolos pseudoaletoriamente. Gran sorpresa fue la mía cuando escuché el resultado: mis aplausos apenas sonaban. No importaba si mezclaba diez o cien, el repiqueteo de mis manos se apagaba.

Revisé minuciosamente filmaciones de gente aplaudiendo, confirmé que el problema radicaba en el golpe de mis palmas. Siempre le puse empeño por buscar simetría pero nunca me preocupé por embolsar el aire. Cuando cambié la posición de mis manos noté inmediatamente la diferencia.
Pero que tristeza! Todo este tiempo mis aplausos no contribuían al estallido popular. Podría haberme ahorrado miles de palmadas y enrojecimiento de manos. Que amargura darme cuenta que todos mis aplausos fueron en vano.

En las siguientes reuniones me rehusé a aplaudir, ganándome los reproches de mis jefes, colegas y amigos. Ante el temor de ser socialmente excluído comencé a fingir las palmadas, imitando los movimientos y asintiendo con la cabeza (algunas veces con una sonrisa). La gente lo aceptó y jamás lo notaron.
A veces me pregunto cuantos otros hacen lo mismo que yo, y cuantos pocos privilegiados (o condenados?) cargan con la obligación de emitir sonidos en cada ocasión de aplaudir...

viernes, agosto 14, 2009

Cambio de Variables

Un barullo se había generado en el recinto. Cada uno de los presentes rodeó al maestro que pacientemente esperaba que todos lleguen antes de empezar a hablar. Pasó un tiempo (o no) y todos estaban listos, casi ansiosos de escucharle. Era evidente que tenía algo muy importante que anunciar...

Lo que ocurrió despúes ha sido contado de varias maneras. He aquí una de ellas, menos conocida, pero que también ha perdurado en los anales de la historia:

-Estimados. Desde un principio hemos descripto los elementos básicos, algunos de ellos componentes esenciales de vuestra existencia. Hemos visto que combinaciones precisas de esos elementos constituyen todo el universo, pero que la síntesis se vuelve más complicada a niveles que ustedes no podrian comprender.

Apareció una imagen, parecía una bahía tropical, y una serie de charcos con agua estancada cerca de la playa.
-Hoy quiero mostrarles un nuevo producto. Como ustedes pueden observar se trata de un mero trozo de barro seco, carroña animal, sangre coagulada y algún que fluído animal. Diganme ustedes, que es lo que parece?"

Los asistentes, destacados por su obediencia e inteligencia pensaron un momento hasta que alguién se atrevió a contestar.
-Eso... eso es sumamente complicado! Es una chorrera de cadenas de carbono moviéndose en un potencial global generados por todas ellas! No tiene ningún sentido!.

El maestro esbozó una sonrisa.
-Ah, siempre has sido un genio. Si, son cadenas de carbono, y efectivamente, se mueven tan aleatoriamente que sus mentes no las pueden seguir, en apariencia no tiene sentido crear algo tan azaroso y complicado, pero dejenmes mostrarles algo, y es por esto que los llamé hoy.

La imágen de las cadenas de carbono fueron reemplazadas por símbolos matemáticos irreproducibles.
-Esto, es la representación matemática de la que se queja el Genio, sumamente compleja y tediosa de interpretar. Pero si proponemos este cambio de variables se sorprenderán...

Esperó unos segundos mientras se desvanecía la imagen y apareció otra. Efectivamente todos quedaron boquiabiertos. Uno de los obedientes exclamó
-Pero.. pero eso se parece a una forma de vida!!!.

El maestro sonrío.
-Exacto! Mediante este cambio de variables toda la estructura azarosa y compleja de las cadenas de carbono se pueden ver como una nueva forma de vida, que denominé "Humanos".

Todos los presentes aplaudieron y vitorearon excepto uno. El genio, calladito y mirando de reojo al maestro habló.
-Eso... es una gran mentira! Si lo único que has hecho es un cambio de variables! Matemáticamente seguro que están vivos pero no tiene sentido!!

Pero a nadie parecía importarle. Todos los obedientes festejaban, casi reverenciando esa nueva forma de vida. Un incomprendido genio se alejó del grupo y caminó alejándose, ya jamás volvería. Desapareció del recinto mientras gritaba:

"Yo sé que estoy hecho de fuego, y sé que estoy vivo, pero no he visto nunca ningún humano, no son más que el producto de vuestra imaginación, meras excitaciones colectivas de cadenas de carbono. Yo! Que estoy hecho de fuego!! Reverenciando a un cambio de variables..."

jueves, octubre 23, 2008

Microrelato

Mi mayor error fue convencer a Dios de proseguir con el proyecto Génesis... y aqui estoy, todavía esperando el Apocalipsis.

martes, julio 15, 2008

Carta Espacial


Favor de entregar a Rose, donde quiera que se encuentre al momento de recibir esta carta...


Estimada Rose:

Mi nombre es Han de Beta Centauro, sé que te parecerá raro recibir noticias mías por este medio, tal vez ni siquiera me recuerdes al momento de leer estas líneas...

Estuvimos en contacto unas quince veces durante ocho años terrestres unos 8215 años despúes de vuestro último período de glaciación.
Esporádicamente y con poco tiempo de advertencia, se abríeron agujeros de gusano entre tu mundo y el mío a través de los cuales nos podíamos comunicar instantáneamente.

Establecimos una relación de amistad intermitente a merced de las frías leyes físicas de los agujeros. Una sincronización de funciones de onda que no siempre se daba cuando sentíamos necesitarla.

A esta altura ya me habrás recordado, caso contrario no tiene sentido seguir explayándome.

En este momento ha comenzado una guerra civil en nuestro planeta y es mi deber como caballero pelear por mi hogar. Estoy embarcandome hacia el campo de batalla y no sé si volveré. El agujero de gusano está cerrado y esta es la única manera que encontré de enviarte este mensaje, tal vez el último.

La última vez que hablamos antes de escribir esta carta llenaste de lágrimas tu rostro mientras intentabas explicarme lo que ustedes, hombres de la tierra, denominan amor. Te habré contado ya que desde pequeño me enseñaron a seguir luchando aún viendo como mis aliados caían en batalla. Así pues mi mente moldeada con instrucción lógica y guerrera no ha sido capaz de concebir tal estado mental de simbiosis con otro ser racional. Investido en mi brillante armadura no me fue posible, en ese momento, entender completamente tu mensaje.

Ojala que te llegue esta carta, y que sepas que finalmente he entendido tus palabras. Con lágrimas en los ojos me someto ante las leyes de la física y sé que nunca podremos vernos. Pero mantengo la esperanza, al menos de regresar vivo y volver a verte cuando el ordenador del universo así lo disponga.

Te envío mis mejores deseos de felicidad y prosperidad. Que encuentres en tu mundo lo que no has podido encontrar a varios años de distancia.

Sueño con un universo en el cual la velocidad de la luz sea mucho más pequeña, tal vez en esa realidad podría haber llegado hasta tu Tierra y encontrarte.

Desde la estación espacial Hadar... tu leal caballero Han.

sábado, abril 05, 2008

Bucle

En cierto momento aparecieron tres hombres que estaban desayunando en un bar. Uno de ellos dio un sorbo a una taza que tenía en la mano y exclamó:
-¡Ah, me quemé!
- Te dije que estaba caliente. Pero bueno, Imbécil no se hace, se nace - Le contestó el segundo hombre
- Para que el comentario sea sarcástico debería tener una base lógica, no una rima. - Protestó.
- Primero que nada, no se necesita de una base lógica y segundo, si es lógico.
- ¿Qué cosa? ¿Qué los imbéciles nacen así?
- Por supuesto. ¿Has visto acaso a una persona adquirir la imbecilidad?
- Uno no puede cuantificar la imbecilidad!. Solamente se trata de una sucesión continua de decisiones equivocadas que se asientan en un estado mental y característico de la persona.
- Bajo ese supuesto podrías, a modo de experimento, adoctrinar a un niño para que sea un imbécil.
- Los niños no son imbéciles, ellos interactuan con el mundo que los rodea para aprender y educarse, que nosotros no aprobemos sus costumbres es una mera convención.
- Si, si, incendiar una casa por jugar con fuego es educarse...
- En ese caso la imbecilidad es de quien dejó el fuego a disposición del niño.
- Entonces esa decisión define al imbécil?
- Por supuesto
- Pero las decisiones no siempre determinan dos estados posibles.
- Vale, vale, como mínimo dos, pueden ser muchos.
- ¿Cabría pensar en un grado de imbecilidad?
- Tal vez...
-Pero una decisión desenvuelve dos o más caminos. Y cada camino tiene sus propias decisiones. Luego la imbecilidad no es más que una ramificación fractal
-De nuevo con los fractales...

- Callense de una vez - Gritó el tercer hombre, que había permanecido callado hasta ese momento
Los otros dos se le quedaron mirando.
-¿Y a ti que te pasa?
-Nada en particular, solo estoy harto de sus discusiones vanas. Sin rumbo, sin dirección, sin sentido.
- ¿Se podría tener sentido sin dirección?
- Podrias tener una dirección aleatoria
- ¿Pero como diablos defines el sentido?
- ¡Basta! - Gritó de nuevo.

- Repito. ¿Qué te pasa? - Dijo el primer hombre
- ¿Qué te acontece? - Acotó el segundo
Suspiró para replicar la pregunta y sugerir que las preguntas no son equivalentes, pero se contuvo.

-Van a pensar que estoy loco.
- ¿Te ha importado alguna vez lo que pensemos? - Dijo el segundo hombre.
El tercero sonrió.
- Vale, vale. Tuve un sueño muy extraño. Yo entraba en un bucle y no sabía como salir de él.
- Y de qué trataba ese sueño? - preguntó el primer hombre.
- En cierto momento aparecieron tres hombres que estaban desayunando en un bar. Uno de ellos dio un sorbo a una taza que tenía en la mano y exclamó: "¡Ah, me quemé!"

martes, enero 01, 2008

Adios querido amigo

Cuando volví a casa tras varios meses sabía que iba a encontrar cambios rotundos.

Me alegré de ver mi habitación intacta. Días antes de irme ya planeaban derrumbarla y darle un mejor uso. "Se puede hacer un salón comercial", decía mi padre. "La podría convertir en mi segundo bunker", acotaba mi hermano. Así que cuando me fui la miré con aires de cariño como si fuese la última vez.

Esperaba encontrar una nueva distribución de los objetos cotidianos y también un cambio de actitud en mis allegados.

Encontré la cerradura cambiada, mi computadora desarmada, "Total, ya no la usas, ¿No?", mi cama tendida, el escritorio sin tierra. Eran muchos cambios, pero supe llevarlos. Excepto uno, crucial, que cambiaría mi vida para siempre.

Entré al baño y pegué un grito desgarrador. Tenía el mismo olor a baño, pero el inodoro había cambiado. "No pueden haber cambiado el inodoro!", exclamé. Asustada llegó mi madre a ver que me había pasado y repetí mi indignación. "Si, es que el otro se rompió y pusimos otro. Pero el roñoso lo puso mal", llamese roñoso a cualquier mamífero que haga algo que a mi madre no le gusta. Con humildad digo que hasta yo he entrado en esa categoría...
Pero volviendo a la tragedia, habían cambiado el inodoro. El gran inodoro. Yo estaba orgulloso de ese inodoro. Si ustedes, estimados lectores, supieran las cagadas que aguantó ese inodoro derramarían lágrimas de solo leer estas líneas. No importaba si además arrojabas papel higiéncio, cabellos, chicles o cualquier otra sustancia mas o menos hidrodegradable, siempre pasaba.

Hace varios años, durante una asado, fue asediado por salvajes que no mostraban el menor aprecio por el trono ajeno. Cuando tiré la cadena, escuché un pequeño ruido, pero el inodoro se portó impecablemente y con mucho esfuerzo pasó lo que tenía que pasar.

Durante mi vista a Turquía tuve una discusión con amenos lugareños sobre si sus baños eran mejores que los nuestros. Aludieron higiene y mejor postura del usuario. Pero yo lo defendí a muerte. "Yo tengo un inodoro que no se atasca nunca...", dije nostálgico con una sonrisa de oreja a oreja.

Miré con desprecio el nuevo espécimen. Tenía su propia mochila con agua y el botón para tirar la cadena carecía de función. Traté de usarlo, no tenía alternativa, pero no era lo mismo. Ni bien terminé apreté el botón antiguo como un reflejo de mi infancia. Nada ocurrió. Se me partía el corazón mientras buscaba la palanca en la mochila y luego aproveché el lavatorio para lavarme la cara y disimular mis lágrimas.

Salí del baño y continué caminando hasta el depósito. Allí le encontré, partido en dos, su cadáver a la interperie sin ningun tipo de misericordia.
Me paré frente a él y lo miré por última vez. Sabía que no me atrevería a pasar de nuevo por ese lugar.
Entonces, respiré profundamente y le hablé:

Adios, querido compañero, me acompañaste en las buenas y en las malas. No te importaban mis berrinches, ni los días que te evitaba, ni los que te usaba en exceso. Siempre estabas ahi cuando te necesitaba y permanecerás por siempre en mis recuerdos.