martes, diciembre 06, 2005

La amistad y la entropía...

…he vivido demasiado tiempo, dentro de una burbuja estelar.

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En la víspera de los parciales, mis dedos se vuelven adictos al teclado…

Estaba un día, sumido en mis pensamientos, contemplando una de las tantas batallas que libran mis demonios, cuando repentinamente hice un comentario sobre la espectacularidad de la pelea, y nadie entendió a que me refería.

Entonces comencé a delirar….

¿Qué es la amistad? ¿Cuáles son sus límites?

Nadie entendió mi comentario sobre demonios y sombras, en realidad pocas personas lo han hecho, y en su momento, he designado a esas personas con el grandioso título de amigo.

Repentinamente me pregunté “¿Dónde estaban esas personas?”.Definitivamente no estaban a mi alrededor. ¿Dónde estaban?

Hace algunos años, uno de ellos me dijo “es realmente difícil entablar una amistad cuando no compartes una actividad en común”. Tenía razón, aunque no fue sino hasta ahora, que pude ensamblar las frases del subconsciente y la memoria, en una teoría sustentada por la experiencia.

No comparten el mismo sendero… sus desordenes no son compatibles.

Creo que el nivel de amistad se mide por el tiempo que las personas permanecen juntas y su evidente deseo por continuar de esa manera. Compartiendo penas y glorias, discusiones mortales y gritos humillantes. Una fluctuación de todo el rango de posibilidades de la relación humana, pero al final, transcurrido el tiempo suficiente, sigue la sensación de bienestar al compartir tiempo juntos.

Lo que lleva a la pregunta, “Si la amistad se mide por tiempo compartido… ¿Cuántos amigos puede tener una persona?”. Por triste que suene (o no tan triste), creo que la respuesta es pocos. Una persona solo puede moverse en diversos ámbitos, en los que conocerá más o menos cantidad de gente dependiendo de su personalidad. Pero los amigos reales serán limitados. Este límite no varía demasiado entre distintos entes.

Pero he de permitirme cometer el mismo error que Laplace y su mecánica celeste, tomaré el caso puntual de dos personas. (Aunque aceptaré el hecho que no sean tan puntuales, y lleguen un poco tarde, <>).

He visto como dos personas que han compartido un extenso periodo de tiempo, se han separado rápida y pacíficamente cuando les ha tocado elegir diferentes senderos. El tiempo que comparten se reduce, hasta que finalmente es despreciable frente al lo que solía ser. No obtiene más prioridad temporal aquel compañero de aventuras que un desconocido solicitando nuestra ayuda.

¿Se acabó la amistad? No, no ha habido una pelea, ni un informe oficial para darla por terminada.

Realmente ha cambiado el título de esa amistad, esas dos personas ya no son compañeros de aventuras, pero seguirán alegrándose en cada reencuentro, tal vez mensual o anual. Serán viejos amigos.

La predestinación les guió por distintos caminos donde habrían de conocer otras personas. La entropía les habría desordenado lo suficiente, para que en otro instante de tiempo, tengan otra concepción de orden, con otras personas alrededor.

Extendiendo este sencillo ejemplo, podremos hablar de diferentes combinaciones, llegando a conclusiones similares. Que la fraternidad no es para siempre, en los mejores casos se reduce con el tiempo sin llegar a quebrarse. Sin embargo, el amor y el aprecio si pueden durar eternamente. Existirán viejos amigos con los que podremos contar en momentos de angustia, así como también, en el nombre del pasado, ellos podrán contar con nosotros.

Pero esa relación es diferente, necesitan dedicar su tiempo en ponerse al día. Si tras la distancia y el tiempo que los separa, aún están dispuestos a compartir ese tiempo, serán verdaderos viejos amigos.

Pero hasta aquí, esto ha sido solo un aburrido ensayo de psicología…

… los delirios adolescentes, y una protesta contra el ajedrecista que marca los caminos, siguen a continuación.

He visto, en el primer año de facultad, como los grupos se separan. Cual electrón que sale disparado de su orbita y encuentra en un átomo vecino un nuevo lugar, bastante acogedor.

He visto, como gente intentaba buscar a sus pares, ante la evidente soledad que significa llegar a un mundo donde nadie es como uno.

Hasta me han llegado a usar como puente o válvula. Un punto de paso antes de saltar a la órbita en la que realmente se sientan cómodos.

Predije la situación de inestabilidad, pero esperaba un filtro natural. Así como la entropía me había separado de los antiguos compañeros, habría de colisionar con otros nuevos en forma natural.

Pero olvidé percatarme de que había gente que podría filtrarme a mí, de manera brusca o paulatina, pero al fin y al cabo, como una impureza más.

Dicen que las cosas por sabidas se callan, y por calladas se olvidan.

He sentido odio, y desprecio, ante quienes con el silencio me filtraron con el silencio. Por supuesto, en su bondad residía la imposibilidad de decirme cosas directamente, pues la verdad es como el mertiolate, arde hasta que hace efecto. Con su silencio quisieron acelerar el desgaste de la relación, para encontrarnos tiempo después con la indiferencia característica, pero solo lograron crear una sensación de angustia. Y casi me animo a afirmar, que su indiferencia forzada es solo un poco mejor que el desprecio.

Vale, en toda búsqueda, aventura o travesía hay derrotas. Yo tampoco he sido un santo (tal vez un pecador), no he tratado a las personas de la manera más óptima, guiado por mi irracionalidad que me cegaba (aunque tal vez aun me ciega).

Finalmente, en el cauce natural de río, comencé a vislumbrar fuegos en la ribera. El filtro natural había actuado y me brindarían una nueva oportunidad, esperanzas de llegar al final de esta etapa, pues no existe un verdadero final en esta eterna búsqueda de identidad.

Pero aún dolido por haber rebotado ante la gente cuan haz de luz en un laberinto de espejos, opté por bajar la cabeza e intentarlo por última vez.

Tuve que acercarme a algunos de los entes a quienes alguna vez les tendí una mano (en la gloriosa época cuando aún tenía manos que tender), humillarme y pedir con mucha vergüenza y apenas pudiendo mirar a los ojos, un poco de tiempo.

Pero…. ¿Es que hay algo más egoísta y terrible que pedirle a alguien que comparta contigo el tesoro mas grande que tiene, su tiempo?

Y… ¿Hay algo más humillante que pedir ese tiempo a sabiendas que no hay voluntad de compartirlo?

Esto es una protesta, una protesta contra la entropía, que separa los ideales de la realidad. En estos últimos meses han sido bastante duros, y solo cuando giré mi cabeza para buscar ayuda, comencé a tener conciencia de la innumerable cantidad de errores que he cometido este año.

Me gustaría buscar a la gente, y pedirles disculpas, uno por uno. Pero pocos serán los que se rebajen a escucharme, y más escasos aún los que, con cautela, comprendan (por no decir entiendan) mis palabras. Pues he vivido demasiado tiempo, dentro de una burbuja estelar.

viernes, noviembre 18, 2005

Recostado...


“Estaba esperándola bajo el árbol que habíamos acordado. La espera se hacía eterna. Suplicaba a la naturaleza a mí alrededor para que ella llegara, inclusive comencé a hablar con los pájaros y las plantas, pero ella no llegaba. Comencé a caminar de un lado a otro, siempre circundando al árbol, mirando al horizonte con la esperanza de verla venir. La podía imaginar, sus cabellos ondeando al ritmo de su paso, y su mirada al césped, con una indiferencia tal, que no podría discernir si estaba contenta o triste.

Suspirando fijé la mirada bajo el árbol, donde aquél día había sentido sus manos acariciando las mías por primera vez.

Finalmente, di media vuelta rápidamente y mi corazón se aceleró, ella venía con un paso acelerado, como si supiera que llega tarde a nuestro encuentro. Volteé la cabeza y me hice el distraído, no dejaría que supiera que desesperaba por su presencia.


Recostado bajo aquél árbol, y tras una charla de la cual solo recuerdo sus ojos y suspiros, me dijo:

-¡Si! ¡Quiero estar contigo por siempre! ¡Quiero que seas mi esposo! – Sus palabras quedaron registradas en mi mente como una partición del tiempo, marcando un antes y un después en mi línea de tiempo

Me incorporé rápidamente. La excitación me consumía, la emoción me gobernaba. No podía dejar de sonreír, era mi turno de demostrarle mi amor. Realmente lo iba a hacer. Por primera vez no tenía miedo. Simplemente me dejé llevar por los instintos, el impulso y la espontaneidad. Puse mis manos alrededor de su cuello, cerré mis ojos y sucedió.

El primer beso que jamás le hubiera dado a alguien, duró muy poco tiempo, pero la sensación en mi boca y en todo el cuerpo permaneció muchos días.

Le solté y comencé a caminar hacia atrás, regocijándome de alegría, admirando su inigualable belleza. Indescriptible realmente. Aunque de todos modos, no vale la pena describirla, nadie sabría entender lo que sentía por la mujer de mis sueños, así como yo nunca entendería lo que alguien sentiría por la mujer de sus sueños.

Luego comencé a trotar, a través de la plaza, contemplando el día mas despejado que jamás hubiera visto, y seguramente, que nunca volvería a ver.”

-Luego de eso, recuerdo haberme visto en un aeropuerto. Pero eso ya le sonará familiar. Y antes de llegar al aeropuerto, desperté. El reloj marcaba las 5:08 AM, sentía la boca muy seca y me levanté a beber algo. Cuando me acosté nuevamente, volví a soñar con un aeropuerto.

-¿Eso es todo?

- ¿No le parece suficiente, doctor? Es toda una revelación, ¿No lo cree?

- Esa chica…

- Si, era ella.

-… entendido…

Tras unos segundos de calma opté por preguntarle.

- ¿Qué opina?

- Mmm… Sinceramente creo que ese sueño representa un deseo reprimido

Hubo un silencio bastante incómodo, hasta ahora sabía que el Dr. Niyo pensaba que yo era algún tipo de neurótico pues siempre soñaba con un aeropuerto. Pero… ¿Reprimido? Eso ya era grave.

- Vamos doctor, es solo un sueño. Un sueño genial que valía la pena contarlo.

-¿Así que solo un sueño? No es la primera vez que sueñas con ella, ¿O me equivoco?

Dudé en contestar, pero ambos ya sabíamos la respuesta.

-Si, es verdad, pero nada realmente fuera de lo normal – Apenas levantó la vista, podía ver sus ojos por encima de sus lentes, pues se perfilaba hacia abajo, anotando quien sabe que cosa en ese pequeño cuadernito.

- Dudo que sea una coincidencia, mejor dicho, es un tipo de reincidencia que se va acrecentando. Extrañamente, continúa relacionándose con tus constantes sueños en el aeropuerto. – Tenía razón, pero me negaba a darle más importancia que la necesaria.

-Vamos, date una oportunidad. ¿Por qué sigues evitándolo? Luego de tantas sesiones, ya es evidente que es lo que necesitas.

- Oiga, doctor, primero y principal. Tal vez lo necesite, pero puedo vivir un tiempo mas sin ello. Segundo, no conozco a nadie con quien me gustaría pasar un rato, mucho menos algo serio.

- … a esa mujer con la que sueñas si la conoces.

-Venga doctor, tiene razón, pero… no está a mi alcance, Además yo ni siquiera le intereso.

- Mmmm…

- Bueno, bueno, somos incompatibles. Ya no quiero hablar más de ella.

El Dr. Niyo se quitó los lentes, me miró a los ojos y dijo.

- Creó que deberías hacer caso a lo que tu subconsciente te está intentando decir a través de los sueños.

Esa frase repicó en mi cabeza, me llegó muy adentro. Pero no me dejé vencer. ¿Subconsciente?

- Dr…. ¿Realmente cree que dejaré que mi vida sea manejada por un sueño?

- No digo que maneje tu vida, solamente que en ese ámbito aceptes la sugerencia que te hace.

- He sido seleccionado para trabajar en el laboratorio de alta energía en la prestigiosa universidad de Cambridge. En mis épocas de estudiante, alcancé la excelencia académica manejando mis tiempos con la razón, pero guiado siempre con mi instinto. Aspiro a más, y con este ritmo es posible que consiga progresar aun más. ¿Por qué habría de cambiar mi modus operandi ahora? Por favor, confié en mi intelecto, que tan lejos me ha llevado.

¡Ups! No debí haber dicho eso, creo que hice enfadar al Dr. Se estiro hacia atrás, sentándose firme, dejó de tutearme, comenzó a hablarme con formalidad inusual y con una voz seria respondió:

- Su intelecto… le ha traído por aquí. ¿Lo recuerda? Usted es una bomba de tiempo, su temporizador está a punto de descargarse por completo y causará un daño masivo, tanto a usted como a quienes lo rodean.

- ¿Qué sugiere? Le he dicho que no puedo seguir una simple corazonada.

- No le estoy diciendo que siga una corazonada, le estoy planteando que usted está limitado por su propio temor. Es evidente que está muerto de miedo

- ¿Miedo? ¿¿¿Miedo??? ¡Yo no tengo miedo!

- Si, lo tiene.

Reí sin ganas, con unas sonoras carcajadas que ni yo mismo creí.

- ¿A qué se supone que le tengo miedo?

Reclinó su silla, una muy buena señal del retorno a la calma.

Mientras, yo seguía recostado en el diván, en aquél consultorio, buscando orientar mis pensamientos, que me ponían distrajeron todo el día.

- Tienes miedo a perder el orden por el que has regido siempre tu vida. Tu orden. Por eso es que niegas la oportunidad.

Otra buena señal, comenzó a tutearme nuevamente. Pero… ¡Eran calumnias! Naturalmente, me defendí.

- No estoy negando la oportunidad, solamente digo que cuando las cosas se den, se darán en el mismo camino que transito.

- Precisamente, tienes miedo a arriesgarte a perder el orden, buscando una pasión y emoción que puedan desvincularte de tu tórrida rutina. Tienes miedo que esa persona que tanto anhelas, perturbe lo que tu mismo has llamado “alcanzar la excelencia”. Y aún más, temes que te aleje de ese camino, evitando de alcanzar aquélla tan soñada “perfección”.

Deberías hacer caso a lo que tu subconsciente te está intentando decir a través de los sueños.

Aún repicaba en mi cabeza. No podía pensar con claridad, observaba el ambiente fuera de foco, visiblemente perdido en mis pensamientos.

Estaba encontrando las palabras adecuadas para armar mi respuesta, cuando vi aquella bicicleta…

Pestañeé, me encontré cruzando la avenida. Una bicicleta se dirigía contramano, pasó muy cerca de mí y me distrajo de mis pensamientos. ¿Cuántas cuadras venía caminando imaginándome recostado relatándole mis problemas a ese tal doctor Niyo?

Recobré la noción de la realidad justo a tiempo, pero la bicicleta que enfilaba contramano no tuvo la misma suerte. Supongo que intentó ganar tiempo y cruzar en diagonal la calle a toda velocidad. Un automóvil que habría tenido ya un par de cuadras acelerando, embistió al ciclista, ahora a mi izquierda. Justo a tiempo alcancé a ver la bicicleta volar para arrojarme al asfalto cubriéndome la cabeza.

Escuché cuando el rodeado golpeó el asfalto unos pocos centímetros a mi derecha. Si no me hubiera arrojado… en fin. Ni pensarlo

Escuché gente gritando alrededor, alguien se acercó y me tocó la espalda.

Giré media vuelta y quedé recostado hacia arriba. Era un hombre de mediana edad, atendía una verdulería frente al lugar del choque. Con un acento extraño me habló:

- ¡Hombre, suerte que estás bien! ¿Pues es que venías pensando, tío?

Decidí no responder. Porque recostado en plena calle, decir “Venía pensando en la novia” es muy poco original, ¿No?.

miércoles, octubre 12, 2005

Y a los 7 minutos... calló

-¿Cómo convences a un físico que adopte la filosfía Islámica?

Empezó como una simple charla. Pero en mis palabras se resguardaban un desesperado intento de clarificar mi mente. El filósofo, otrora estudiante de ingeniería, era probablemente el único en miles de kilómetros a la redonda que sabría comprenderme.

Tras la segunda caída del fénix, me sentía deambulando solo llevado por mi inercia de una vida anterior.

- Y si es físico....

-¿Como le conveces? - Le interrumpí - Sé como convencerle de los principios islámicos de la creación. Un razonamiento sencillo siguiendo una relación causa y efecto le llevaría fácilmente a comprender que el universo como lo conocemos visto de una perspectiva linear o cíclica, es tan solo efecto de una causa, que hubo sido la creación. Admitirá la necesidad de un creador.

Hablaba rápido. Sabía que no tenía mucho tiempo. Partimos desde mi casa y solo tendría tiempo de hablar con él hasta llegar a destino, unas cinco cuadras mas adelante. Llevaba a su hijo consigo, de unos cinco años, tenía a mi favor que el niño nos retrasara lo más posible.

Solo me detuve para respirar y continué inmediatamente

-De igual manera, sabré convencerle de la existencia de una vida posterior, del mas allá. Habré entonces respondido, dos grandes preguntas filosóficas que tanto atormentaran a la humanidad.

¿De donde venimos...?

¿... y hacia donde vamos...?

-Pero no sé como contestarle la tercera pregunta básica de la existencia humana....

¿Qué hacemos mientras tanto?

El pequeño cantaba en voz baja, pero era aguantable. No iba a callar a un niño, tan solo podía alentarlo a jugar de un modo tal que no perturbase mi única oportunidad de hablar con su padre.

Finalmente, el filósofo habló.

- A un físico, físico, será díficil. Una persona que solo centra sus razonamientos en lo físico y tangible dificilmente tenga la mente abierta para comprender cuestiones de índole metafísico.

- ¿Y si fuera tal vez de mente abierta?

- Si es pícaro, sabrá que hay cosas que la física no puede explicar.

No es difícil darse cuenta de que los científicos del caos creen en el caos, que es su manera particular de llamar a Dios. Pero generalmente se diferencian de la religión en que estudian el caos desde un punto quizás más objetivo (lo cual también tiene sus inconvenientes) y con la idea de que sólo es una teoría.

Más que una explicación suena a una justificación.

Por otra parte, un físico puede pensar como un ente racional y místico a la vez. No todos los físicos piensan en física durante todo el día.

Nos interrumpió su hijo, preguntando con insaciable curiosidad los nombres de cuanto objeto se le cruzara en el camino. Asi como también por el platillo preferido de cada animal que viera por la calle, desde un gato hasta un mosquito. Nos interrumpía para mostrarnos algun novedoso descubrimiento señalándo emocionado.

Estabamos cerca del destino, la charla culminaría una vez allí. Lo sabía, pero no me importaba. Estaba llegando al punto.

Ni bien su hijo enfocó su mirada en alguna otra nueva aventura. Retomé el hilo de la conversación.

-¿Y cómo le convences? No encuentro manera de decirle que abandone un regimen de vida aun cuando su moral no corriera una suerte equivocada.

- Naturalmente, dependerá de sus condiciones iniciales, de su predisposición, del ambiente en que se mueva. Partiendo desde cero, con la peor condición de indiferencia, no puedes acercarte a un físico y decirle "Te invito a una religión que te prohíbe ciertas comidas, bebidas alcohólicas, y montones de restricciones cotidianas más. Decirle tambien que, el Corán fue recitado por un analfabeto. Y rematar con el legado de la profecía, que desde hace 1400 años está vivo y está oculto dando vueltas por el mundo".

Hay ciertas cosas que necesitan un nivel de comprensión anterior. Asi como también, una predisposición a entender una nueva idea.

¿Me dirán acaso lo físicos que las teorías relativistas de Einstein fueron aceptadas sin oposición? No hace falta recordarte que pasaron décadas hasta que la comunidad científica le aceptara como una teoría certera, que corrigiera errores que en la teoría clásica parecieran... sútiles.

- Entonces.... ¿Cúal es la solución? ¿Estudiar durante algun tiempo filosofía e introducirle nuevas ideas cuando estuviera listo?

El filosofó se encogió de hombros. Suspiró y luego dijo:

-En la verdadera filosofía islámica nadie te introduce una idea. Bien lo has dicho, con su propio intelecto aceptará la creación y la muerte.

-¿Y lo que ocurre mientras tanto? ¿Acaso depende de un nivel de fe?

- Eso debería estar dentro del tercer principio, que aun no has mencionado. El del profetado. Introducele en la historia. Que conozca a los mensajeros de Dios desde los puntos de vista que desee comprender. Con un sencillo seguimiento estadístico verá que la magnificencia de los profetas no es producto de la genialidad de un hombre cualquiera. Nadie ha mantentido ese nivel durante tanto tiempo. Observa que, en este ejemplo, el profeta del Islam mantuvo su "genialidad" durante 25 años. He dicho, un seguimiento estádistico elemental le dará a entender que debió mantener una influencia divina.

Siete minutos habían transcurrido, finalmente llegamos a destino y nuestra charla culminaría abruptabmente. Entendí su inmenso valor al instante, pero su verdadero significado... aún no lo comprendo.

Días despues recibí cuatro liibros de filosofía. Con una nota...

Pero el contenido de la nota, no es relevamente para este relato. ¿O tal vez si?

7 minutos intensos, clarificadores, como haces de luz estimulada indicandome el camino en la niebla.

Finalmente lo comprendí. O tal vez no. Tal vez solo me quedó la sensación de entenderlo.

De cualquiera manera, entendí que no puedes convencer a un físico que cambie su modo de ver la vida. No a un físico como un ente, pero si a un físico como persona. Una persona cuyo intelecto no servirá tan solo para ordenar secuencias lógicas previsible, sino que a través del cual el hombre limitará sus fuerzas, instintos y deseos.

Ahora sé que es posible convencerle. Pero tengo aun páginas por devorar, antes de saber como hacerlo.

Asi como los físicos, no he resuelto mi pregunta. Tan solo he probado que es posible responderla.

viernes, septiembre 23, 2005

La última llamada

Lo escribí en alguna tarde de delirio. Aunque la idea la tuve hace mes y medio.

Comentarios serán bien recibidos.

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-Papá!! Papá!! Charlie me está picando con el tenedor!!- gritó Anastasia

-No es cierto!!- se defendió Charles Jr.

-Si lo es!

- NO ES CIERTO

- QUE SI!- repetía Anastasia

Finalmente Charles padre, en un intento de poner orden exclamaría- ¿¿¿Pueden hacer el favor de gritar en silencio???-

Una calma y confusión precedió las carcajadas de los niños. A los que se sumó Liz, su madre.

Era una bonita escena, una cena en familia. Los domingos por la noche era la única ocasión en la semana en que podían compartir todos juntos una comida.

Charles, analista de sistemas, estaba dedicado ciento por ciento a la investigación en Atlantic Soft. Trabajaba ahora en un proyecto asombroso. Se trataba de un antivirus tan eficaz que detectaría los virus antes que fueran creados.

Liz era profesora de historia en la universidad. Dividía su tiempo en atender a sus alumnos y a sus niños, Anastasia y Charles Jr, de 11 y 9 años

El teléfono sonaría justo para interrumpir la cena.

De mala gana, Liz se levantó de la mesa para atender. Regresó caminando, con el teléfono inalámbrico en mano y dijo:

-Charles… es para ti

Se levantó de su silla, en la cabecera de la mesa, estiró su mano para recibir el teléfono, pero Liz no lo soltó.

- Prometiste que nadie te llamaría esta noche, ¡Es la única reunión en familia que tenemos! Pueden prescindir de ti por una noche- Le reprochó Liz sin acceder a entregar el teléfono.

- Seguramente es un detalle – Mintió Charles, sabía que era bastante extraño que le llamasen un domingo por la noche.

Suavemente, le quitó el teléfono de su mano susurrándole:

–¿Quién llama? – Le susurró a su esposa. A lo que ella contestó:

- Dijo que se llamaba Daniel – respondió, mientras se sentaba nuevamente en la mesa.

-¿Daniel?- Dubitativo, Charles presionaba el botón “hold” para retomar la conversación y dijo

- ¿Hola?

- ¡Charles!

- ¡Daniel!

- ¿Qué tal, Charles? ¿Cómo estás?

- Y… bien, creo que todo en orden. Un poco estresado con un proyecto de la compañía, pero bien.

- Veo que sigues en Atlantic..

- Si… ahora estoy en investigaciones. Es muy estresante… no hay fondos suficientes y quieren resultados rápidos.

-Supongo que debe ser molesto…- Dijo Daniel con un tono indiferente.

En las pocas frases que intercambiara con él, se había mostrado extremadamente indiferente. No era nuevo en Daniel, sin embargo, que le llamara un domingo por la noche después de tantos años parecía muy extraño.

Charles hizo un corto silencio luego de la inexpresiva frase de su interlocutor.

- ¿Y tu, como estás?- acentuó en al decir “tu”, denotándole su particular interés por el extraño llamado

- ¿Yo? No he estado muy bien últimamente, desde que mi padre murió.

- ¡Oh! lo lamento mucho, no sabía nada – Dijo Charles disculpándose

- Supuse que no sabías nada, no fuiste a su funeral… - la voz de Daniel se tornaba seria y agresiva – Mi padre murió intoxicado. Una lata de atún en mal estado. Yo me estaba bañando. No escuché cuando se ahogaba, ni cuando tiró los cubiertos al desplomarse sobre la mesa.

- ¡Qué Trágico!

- Si… Que trágico – La voz de Daniel se desvanecía, como si no estuviera pensando en la conversación.

“¿Para qué me llama?” pensó Charles. “¿Quién llamaría solamente para contar algo asi?”. Dudaba de quien años atrás, fuera su compañero en la universidad.

- Realmente, lo siento mucho, Daniel – dijo cortante.

- ¡Oh! Sé que lo sientes. – su tono adquiría fuerza – Charles… Charles… Me acusaron de negligencia, de homicidio culposo y de abandono de persona. Me hicieron responsable por la muerte de mi padre.

- ¿¿¿Cómo??? ¿Por qué? – no disimuló su sorpresa y prosiguió - ¿Quién te acusaría de esa manera?

- Alguien que pudiera sacar provecho de la muerte de mi padre, en el caso que se tratara de un homicidio. Me refiero a la tercera esposa de mi padre, por supuesto. Siempre me odió. Encontró la oportunidad perfecta para joderme y cobrar altísimo dinero del seguro.

- ¿Y qué pasó?

- Me enjuiciaron Charles, no pude pagar un abogado y me asignaron a un imbécil que me entregó atado de manos al fiscal. Pasé 3 años a la sombra declarado culpable de homicidio culposo.

Un breve silencio inundó la conversación. Solo se escuchaban los gemidos de sorpresa de Charles. Ante la mirada de Liz y los niños, decidió irse y continuar la conversación en otro lugar. Caminó lentamente hacia la cocina.

-¿Estás ahí Charles? Parece que te sorprende.

- Si.. disculpa, no tenía idea – Repico Charles tartamudeando, ya en la cocina. Siguió caminando, abrió la puerta del jardín y se apoyó contra el marco, quedándose en el umbral.

-Oh, sé que no tenías idea, Charles. Cuando estábamos en la universidad no era muy diferente. ¿Lo recuerdas? ¿Cuántas veces tu carácter podrido te cegaba del mundo?

- Eramos jóvenes, acababa de salir al mundo y tenía miedo de enfrentarlo- replicó, en un intento aplacar los ánimos.

- ¿Jóvenes? ¿JOVENES? ¡JA! ¿No te das cuenta Charles? ¡Ni siquiera te has preguntado de donde te estoy hablando! Nunca cambiaste, y nunca cambiarás.

Charles se retiró del umbral de la puerta, y salió al jardín, la constante brisa y el continuo movimiento de las hojas de los arbustos parecían simbólicos, entonando perfectamente con la caldeada conversación.

Adoptó rasgos serios, como si estuviera por gritarle a Charlie que dejara de molestar a su hermana.

No gritó. Pero con una voz serena e indiferente continuó:

- ¿De donde me estás hablando, Daniel?

- ¿No te preguntas acaso, que hice después de salir de la cárcel?- Repuso Daniel, nuevamente con voz serena.

- ¿Qué ocurrió luego que saliste? - Charles optó por seguirle el ritmo. Daniel parecía un poco nervioso y no quería enfadarle.

- Intenté reinsertarme en la sociedad. Fui a decenas de entrevistas de trabajo. Pero.. ¿Sabes que, Charles? A nadie le gusta contratar a un ex convicto acusado de asesinato.

- No eres un asesino

- … en un tiempo lo creí. De verdad, lo creí. Pero no pude aguantarlo más. No podía recuperar mi vida de vuelta, para el mundo, yo era un asesino. Asi que… saqué provecho de mi apelativo.

- ¿Cómo? – respondió Charles, haciendo un esfuerzo por mantener la indiferencia. Aún no tenía claro cuales eran las intenciones de Daniel. ¿Cuál era el objetivo del llamado?.

- Una noche, deambulando por las calles sin rumbo, buscando una alternativa al suicidio. Encontré a la mujer que me acusara, quien fuera esposa de mi padre. ¿Qué crees que hizo? ¡Me saludó como si nada hubiera pasado! – en la última frase había alzado su tono de voz, tal vez golpeando una mesa cercana si pudiera. Era evidente su enojo – Me dijo que había cobrado cientos de miles de dólares de indemnización. Pero eso no fue lo que mas me molestó.

- Si, ha de haber sido horrible, encontrarte así con alguien tanto habías de odiar. ¿Qué ocurrió después?

- Me dijo que ella había comprado esa lata de atún. ¡Y SE REIA A CARCAJADAS MIENTRAS LO DECIA! – Daniel gritó tan fuerte que Charles se sobresaltó.

- ¡Qué maldita! ¿Qué le contestaste?

- Nada… no le dije nada. Simplemente cerré mis manos con tanta fuerza que mis uñas me lastimaron. – la voz de Daniel adquiría un tono burlón – y luego… me comporté como la sociedad realmente cree que soy.

- ¿Qué hiciste, Daniel?

- Le agarré con tanta fuerza, tapándole la boca, que ni siquiera pudo gritar.

- ¿Qué hiciste, Daniel?

- Me quitó 3 años de mi vida… y ahora el mundo me excluía…

- ¿¿¿Qué hiciste, Daniel???

- Le arrastré hasta un lugar con menos luz, se movía demasiado, podía llamar la atención

- Oh Dios..

- Golpeé su cabeza contra la pared de una casa. Cayó arrodillada y apenas podía moverse.

- Daniel…

- Mi furia me dio una fuerza sobrenatural. Tomé los cables de alimentación que iban hacia el medidor de una casa. Los arranqué del medidor. Intentó escapar, así que tuve que agarrarle del cuello- su voz era espectral, a Charles le atemorizaba – Puse un cable sobre su cuello y con la otra mano hacía contactos intermitentes con su brazo, luego con su pierna. Una vez se hubo desmayado, pude aflojar la presión que ejercía sobre su cuello. La recosté sobre la vereda. Até un extremo a su cabeza utilizando su propio pelo. Y con el otro fui pasando por todo su cuerpo. Dibujando líneas, quemaduras. ¿Estas escuchando Charles?

- Fuerte y claro… - su indiferencia se perdía con un temor, prestando suma atención a cada exhalación de su receptor, cada frase, cada pausa.

-Finalmente apoyé apreté el otro extremo contra su estomago. Fue lento y doloroso.

Charles se arrodilló. Se apoyó sobre la pared sentándose. Se agarró la cabeza, mientras con la otra mano sostenía el teléfono.

Recobró la serenidad.- “No soy tan débil” – se obligó Charles a serenarse – “Tengo que averiguar el motivo de su llamado”.

- ¿De donde me estas llamando, Daniel? – Preguntó Charles mirando a sus costados, temiendo que ese maniático estuviera acechándole.

- ¡Ah! Veo que he despertado tu curiosidad.

- ¿Por qué me has llamado?

- Lo que pasó luego no fue extraño en absoluto. Volvieron a enjuiciarme, pero esta vez admití mi culpabilidad. No les importó. Me condenaron a muerte.

- Has escapado… ¿De donde me llamas?

- No he escapado. ¡Me extraña de ti! Supongo que ya no tienes la mente tan despierta como en los años de universidad.

- ¿Estás en la cárcel?

- Si. ¿Te importa acaso? Hace unos días fue el último día de visitas. La oportunidad para ver a alguien que me sonría que no use gorras azules o tatuajes psicodélicos en el pecho. Lo pasé enfermo, solo pensando en mi inminente muerte.

- ¿Cuándo te ejecutan?

- Mañana… - Los ojos de Charles se abrieron sobresaltados.

“¿Por qué me llama?”- la duda le carcomía, era demasiado extraño.

-Así que pasaste tu último día de vistas en la cárcel, enfermo y solo… - Respondió Charles, manteniendo la calma. Era admirable su control. Cualquier otro hubiera entrado en pánico.

- ¡NO! ¡No lo pasé solo! ¡Todos vinieron! Todos los muchachos de la universidad, y los que no, llamaron. Todos excepto tu – Daniel recuperaba su serenidad – Fue entonces cuando lo recordé. Recordé que siempre estabas en tu mundo. Que nunca te preocupaba nadie más. Mientras alcances tus objetivos, mientras soluciones tus problemas. ¡Ninguno de las personas a las que llamabas amigo te importaba¡

- Yo simplemente… - Charles se ahogó en sus palabras. No tenía nada que decir.

- ¡Simplemente eres asi! – Daniel gritó pero rápidamente recobró la compostura - Oh charles… tengo que irme. Mañana antes del amanecer me ejecutarán. Escogí la silla eléctrica ¿Irónico, no?

La ira consumió a Charles, quien finalmente gritó:

- Has gastado tu última llamada antes de morir conmigo. ¿Por qué me has llamado?

- ¿Por qué? ¿¿¿Por qué???. Porque te odio, maldita sea. Odio lo que me hiciste en los años de universidad. Me preocupé por ti en cada berrinche que hacías y me pagaste ignorándome. ¡Te detesto! Odio que ni en los últimos días de mi vida hayas tenido si quiera la gentileza de llamarme. ¡Te odio y te maldigo Charles! ¡Te maldigo a ti, y a toda tu maldita descendencia!

Daniel cortó el teléfono. Y durante los siguientes treinta segundos, Charles quedó inmóvil sentado en el jardín, escuchando el repetitivo tono del teléfono.

Cortó, con una firme presión sobre el botón. Se levantó y volvió adentro.

Entró al comedor, Liz y los niños habían terminado de comer. Le esperaban para el postre.

Liz con un tono reprochador preguntó:

- ¿Qué quería Daniel?

- Nada – respondió Charles, mientras volvía a ocupar su lugar en la mesa. – Solo quería saludarme.