Lo escribí en alguna tarde de delirio. Aunque la idea la tuve hace mes y medio.
Comentarios serán bien recibidos.
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-Papá!! Papá!! Charlie me está picando con el tenedor!!- gritó Anastasia
-No es cierto!!- se defendió Charles Jr.
-Si lo es!
- NO ES CIERTO
- QUE SI!- repetía Anastasia
Finalmente Charles padre, en un intento de poner orden exclamaría- ¿¿¿Pueden hacer el favor de gritar en silencio???-
Una calma y confusión precedió las carcajadas de los niños. A los que se sumó Liz, su madre.
Era una bonita escena, una cena en familia. Los domingos por la noche era la única ocasión en la semana en que podían compartir todos juntos una comida.
Charles, analista de sistemas, estaba dedicado ciento por ciento a la investigación en Atlantic Soft. Trabajaba ahora en un proyecto asombroso. Se trataba de un antivirus tan eficaz que detectaría los virus antes que fueran creados.
Liz era profesora de historia en la universidad. Dividía su tiempo en atender a sus alumnos y a sus niños, Anastasia y Charles Jr, de 11 y 9 años
El teléfono sonaría justo para interrumpir la cena.
De mala gana, Liz se levantó de la mesa para atender. Regresó caminando, con el teléfono inalámbrico en mano y dijo:
-Charles… es para ti
Se levantó de su silla, en la cabecera de la mesa, estiró su mano para recibir el teléfono, pero Liz no lo soltó.
- Prometiste que nadie te llamaría esta noche, ¡Es la única reunión en familia que tenemos! Pueden prescindir de ti por una noche- Le reprochó Liz sin acceder a entregar el teléfono.
- Seguramente es un detalle – Mintió Charles, sabía que era bastante extraño que le llamasen un domingo por la noche.
Suavemente, le quitó el teléfono de su mano susurrándole:
–¿Quién llama? – Le susurró a su esposa. A lo que ella contestó:
- Dijo que se llamaba Daniel – respondió, mientras se sentaba nuevamente en la mesa.
-¿Daniel?- Dubitativo, Charles presionaba el botón “hold” para retomar la conversación y dijo
- ¿Hola?
- ¡Charles!
- ¡Daniel!
- ¿Qué tal, Charles? ¿Cómo estás?
- Y… bien, creo que todo en orden. Un poco estresado con un proyecto de la compañía, pero bien.
- Veo que sigues en Atlantic..
- Si… ahora estoy en investigaciones. Es muy estresante… no hay fondos suficientes y quieren resultados rápidos.
-Supongo que debe ser molesto…- Dijo Daniel con un tono indiferente.
En las pocas frases que intercambiara con él, se había mostrado extremadamente indiferente. No era nuevo en Daniel, sin embargo, que le llamara un domingo por la noche después de tantos años parecía muy extraño.
Charles hizo un corto silencio luego de la inexpresiva frase de su interlocutor.
- ¿Y tu, como estás?- acentuó en al decir “tu”, denotándole su particular interés por el extraño llamado
- ¿Yo? No he estado muy bien últimamente, desde que mi padre murió.
- ¡Oh! lo lamento mucho, no sabía nada – Dijo Charles disculpándose
- Supuse que no sabías nada, no fuiste a su funeral… - la voz de Daniel se tornaba seria y agresiva – Mi padre murió intoxicado. Una lata de atún en mal estado. Yo me estaba bañando. No escuché cuando se ahogaba, ni cuando tiró los cubiertos al desplomarse sobre la mesa.
- ¡Qué Trágico!
- Si… Que trágico – La voz de Daniel se desvanecía, como si no estuviera pensando en la conversación.
“¿Para qué me llama?” pensó Charles. “¿Quién llamaría solamente para contar algo asi?”. Dudaba de quien años atrás, fuera su compañero en la universidad.
- Realmente, lo siento mucho, Daniel – dijo cortante.
- ¡Oh! Sé que lo sientes. – su tono adquiría fuerza – Charles… Charles… Me acusaron de negligencia, de homicidio culposo y de abandono de persona. Me hicieron responsable por la muerte de mi padre.
- ¿¿¿Cómo??? ¿Por qué? – no disimuló su sorpresa y prosiguió - ¿Quién te acusaría de esa manera?
- Alguien que pudiera sacar provecho de la muerte de mi padre, en el caso que se tratara de un homicidio. Me refiero a la tercera esposa de mi padre, por supuesto. Siempre me odió. Encontró la oportunidad perfecta para joderme y cobrar altísimo dinero del seguro.
- ¿Y qué pasó?
- Me enjuiciaron Charles, no pude pagar un abogado y me asignaron a un imbécil que me entregó atado de manos al fiscal. Pasé 3 años a la sombra declarado culpable de homicidio culposo.
Un breve silencio inundó la conversación. Solo se escuchaban los gemidos de sorpresa de Charles. Ante la mirada de Liz y los niños, decidió irse y continuar la conversación en otro lugar. Caminó lentamente hacia la cocina.
-¿Estás ahí Charles? Parece que te sorprende.
- Si.. disculpa, no tenía idea – Repico Charles tartamudeando, ya en la cocina. Siguió caminando, abrió la puerta del jardín y se apoyó contra el marco, quedándose en el umbral.
-Oh, sé que no tenías idea, Charles. Cuando estábamos en la universidad no era muy diferente. ¿Lo recuerdas? ¿Cuántas veces tu carácter podrido te cegaba del mundo?
- Eramos jóvenes, acababa de salir al mundo y tenía miedo de enfrentarlo- replicó, en un intento aplacar los ánimos.
- ¿Jóvenes? ¿JOVENES? ¡JA! ¿No te das cuenta Charles? ¡Ni siquiera te has preguntado de donde te estoy hablando! Nunca cambiaste, y nunca cambiarás.
Charles se retiró del umbral de la puerta, y salió al jardín, la constante brisa y el continuo movimiento de las hojas de los arbustos parecían simbólicos, entonando perfectamente con la caldeada conversación.
Adoptó rasgos serios, como si estuviera por gritarle a Charlie que dejara de molestar a su hermana.
No gritó. Pero con una voz serena e indiferente continuó:
- ¿De donde me estás hablando, Daniel?
- ¿No te preguntas acaso, que hice después de salir de la cárcel?- Repuso Daniel, nuevamente con voz serena.
- ¿Qué ocurrió luego que saliste? - Charles optó por seguirle el ritmo. Daniel parecía un poco nervioso y no quería enfadarle.
- Intenté reinsertarme en la sociedad. Fui a decenas de entrevistas de trabajo. Pero.. ¿Sabes que, Charles? A nadie le gusta contratar a un ex convicto acusado de asesinato.
- No eres un asesino
- … en un tiempo lo creí. De verdad, lo creí. Pero no pude aguantarlo más. No podía recuperar mi vida de vuelta, para el mundo, yo era un asesino. Asi que… saqué provecho de mi apelativo.
- ¿Cómo? – respondió Charles, haciendo un esfuerzo por mantener la indiferencia. Aún no tenía claro cuales eran las intenciones de Daniel. ¿Cuál era el objetivo del llamado?.
- Una noche, deambulando por las calles sin rumbo, buscando una alternativa al suicidio. Encontré a la mujer que me acusara, quien fuera esposa de mi padre. ¿Qué crees que hizo? ¡Me saludó como si nada hubiera pasado! – en la última frase había alzado su tono de voz, tal vez golpeando una mesa cercana si pudiera. Era evidente su enojo – Me dijo que había cobrado cientos de miles de dólares de indemnización. Pero eso no fue lo que mas me molestó.
- Si, ha de haber sido horrible, encontrarte así con alguien tanto habías de odiar. ¿Qué ocurrió después?
- Me dijo que ella había comprado esa lata de atún. ¡Y SE REIA A CARCAJADAS MIENTRAS LO DECIA! – Daniel gritó tan fuerte que Charles se sobresaltó.
- ¡Qué maldita! ¿Qué le contestaste?
- Nada… no le dije nada. Simplemente cerré mis manos con tanta fuerza que mis uñas me lastimaron. – la voz de Daniel adquiría un tono burlón – y luego… me comporté como la sociedad realmente cree que soy.
- ¿Qué hiciste, Daniel?
- Le agarré con tanta fuerza, tapándole la boca, que ni siquiera pudo gritar.
- ¿Qué hiciste, Daniel?
- Me quitó 3 años de mi vida… y ahora el mundo me excluía…
- ¿¿¿Qué hiciste, Daniel???
- Le arrastré hasta un lugar con menos luz, se movía demasiado, podía llamar la atención
- Oh Dios..
- Golpeé su cabeza contra la pared de una casa. Cayó arrodillada y apenas podía moverse.
- Daniel…
- Mi furia me dio una fuerza sobrenatural. Tomé los cables de alimentación que iban hacia el medidor de una casa. Los arranqué del medidor. Intentó escapar, así que tuve que agarrarle del cuello- su voz era espectral, a Charles le atemorizaba – Puse un cable sobre su cuello y con la otra mano hacía contactos intermitentes con su brazo, luego con su pierna. Una vez se hubo desmayado, pude aflojar la presión que ejercía sobre su cuello. La recosté sobre la vereda. Até un extremo a su cabeza utilizando su propio pelo. Y con el otro fui pasando por todo su cuerpo. Dibujando líneas, quemaduras. ¿Estas escuchando Charles?
- Fuerte y claro… - su indiferencia se perdía con un temor, prestando suma atención a cada exhalación de su receptor, cada frase, cada pausa.
-Finalmente apoyé apreté el otro extremo contra su estomago. Fue lento y doloroso.
Charles se arrodilló. Se apoyó sobre la pared sentándose. Se agarró la cabeza, mientras con la otra mano sostenía el teléfono.
Recobró la serenidad.- “No soy tan débil” – se obligó Charles a serenarse – “Tengo que averiguar el motivo de su llamado”.
- ¿De donde me estas llamando, Daniel? – Preguntó Charles mirando a sus costados, temiendo que ese maniático estuviera acechándole.
- ¡Ah! Veo que he despertado tu curiosidad.
- ¿Por qué me has llamado?
- Lo que pasó luego no fue extraño en absoluto. Volvieron a enjuiciarme, pero esta vez admití mi culpabilidad. No les importó. Me condenaron a muerte.
- Has escapado… ¿De donde me llamas?
- No he escapado. ¡Me extraña de ti! Supongo que ya no tienes la mente tan despierta como en los años de universidad.
- ¿Estás en la cárcel?
- Si. ¿Te importa acaso? Hace unos días fue el último día de visitas. La oportunidad para ver a alguien que me sonría que no use gorras azules o tatuajes psicodélicos en el pecho. Lo pasé enfermo, solo pensando en mi inminente muerte.
- ¿Cuándo te ejecutan?
- Mañana… - Los ojos de Charles se abrieron sobresaltados.
“¿Por qué me llama?”- la duda le carcomía, era demasiado extraño.
-Así que pasaste tu último día de vistas en la cárcel, enfermo y solo… - Respondió Charles, manteniendo la calma. Era admirable su control. Cualquier otro hubiera entrado en pánico.
- ¡NO! ¡No lo pasé solo! ¡Todos vinieron! Todos los muchachos de la universidad, y los que no, llamaron. Todos excepto tu – Daniel recuperaba su serenidad – Fue entonces cuando lo recordé. Recordé que siempre estabas en tu mundo. Que nunca te preocupaba nadie más. Mientras alcances tus objetivos, mientras soluciones tus problemas. ¡Ninguno de las personas a las que llamabas amigo te importaba¡
- Yo simplemente… - Charles se ahogó en sus palabras. No tenía nada que decir.
- ¡Simplemente eres asi! – Daniel gritó pero rápidamente recobró la compostura - Oh charles… tengo que irme. Mañana antes del amanecer me ejecutarán. Escogí la silla eléctrica ¿Irónico, no?
La ira consumió a Charles, quien finalmente gritó:
- Has gastado tu última llamada antes de morir conmigo. ¿Por qué me has llamado?
- ¿Por qué? ¿¿¿Por qué???. Porque te odio, maldita sea. Odio lo que me hiciste en los años de universidad. Me preocupé por ti en cada berrinche que hacías y me pagaste ignorándome. ¡Te detesto! Odio que ni en los últimos días de mi vida hayas tenido si quiera la gentileza de llamarme. ¡Te odio y te maldigo Charles! ¡Te maldigo a ti, y a toda tu maldita descendencia!
Daniel cortó el teléfono. Y durante los siguientes treinta segundos, Charles quedó inmóvil sentado en el jardín, escuchando el repetitivo tono del teléfono.
Cortó, con una firme presión sobre el botón. Se levantó y volvió adentro.
Entró al comedor, Liz y los niños habían terminado de comer. Le esperaban para el postre.
Liz con un tono reprochador preguntó:
- ¿Qué quería Daniel?
- Nada – respondió Charles, mientras volvía a ocupar su lugar en la mesa. – Solo quería saludarme.