martes, diciembre 06, 2005

La amistad y la entropía...

…he vivido demasiado tiempo, dentro de una burbuja estelar.

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En la víspera de los parciales, mis dedos se vuelven adictos al teclado…

Estaba un día, sumido en mis pensamientos, contemplando una de las tantas batallas que libran mis demonios, cuando repentinamente hice un comentario sobre la espectacularidad de la pelea, y nadie entendió a que me refería.

Entonces comencé a delirar….

¿Qué es la amistad? ¿Cuáles son sus límites?

Nadie entendió mi comentario sobre demonios y sombras, en realidad pocas personas lo han hecho, y en su momento, he designado a esas personas con el grandioso título de amigo.

Repentinamente me pregunté “¿Dónde estaban esas personas?”.Definitivamente no estaban a mi alrededor. ¿Dónde estaban?

Hace algunos años, uno de ellos me dijo “es realmente difícil entablar una amistad cuando no compartes una actividad en común”. Tenía razón, aunque no fue sino hasta ahora, que pude ensamblar las frases del subconsciente y la memoria, en una teoría sustentada por la experiencia.

No comparten el mismo sendero… sus desordenes no son compatibles.

Creo que el nivel de amistad se mide por el tiempo que las personas permanecen juntas y su evidente deseo por continuar de esa manera. Compartiendo penas y glorias, discusiones mortales y gritos humillantes. Una fluctuación de todo el rango de posibilidades de la relación humana, pero al final, transcurrido el tiempo suficiente, sigue la sensación de bienestar al compartir tiempo juntos.

Lo que lleva a la pregunta, “Si la amistad se mide por tiempo compartido… ¿Cuántos amigos puede tener una persona?”. Por triste que suene (o no tan triste), creo que la respuesta es pocos. Una persona solo puede moverse en diversos ámbitos, en los que conocerá más o menos cantidad de gente dependiendo de su personalidad. Pero los amigos reales serán limitados. Este límite no varía demasiado entre distintos entes.

Pero he de permitirme cometer el mismo error que Laplace y su mecánica celeste, tomaré el caso puntual de dos personas. (Aunque aceptaré el hecho que no sean tan puntuales, y lleguen un poco tarde, <>).

He visto como dos personas que han compartido un extenso periodo de tiempo, se han separado rápida y pacíficamente cuando les ha tocado elegir diferentes senderos. El tiempo que comparten se reduce, hasta que finalmente es despreciable frente al lo que solía ser. No obtiene más prioridad temporal aquel compañero de aventuras que un desconocido solicitando nuestra ayuda.

¿Se acabó la amistad? No, no ha habido una pelea, ni un informe oficial para darla por terminada.

Realmente ha cambiado el título de esa amistad, esas dos personas ya no son compañeros de aventuras, pero seguirán alegrándose en cada reencuentro, tal vez mensual o anual. Serán viejos amigos.

La predestinación les guió por distintos caminos donde habrían de conocer otras personas. La entropía les habría desordenado lo suficiente, para que en otro instante de tiempo, tengan otra concepción de orden, con otras personas alrededor.

Extendiendo este sencillo ejemplo, podremos hablar de diferentes combinaciones, llegando a conclusiones similares. Que la fraternidad no es para siempre, en los mejores casos se reduce con el tiempo sin llegar a quebrarse. Sin embargo, el amor y el aprecio si pueden durar eternamente. Existirán viejos amigos con los que podremos contar en momentos de angustia, así como también, en el nombre del pasado, ellos podrán contar con nosotros.

Pero esa relación es diferente, necesitan dedicar su tiempo en ponerse al día. Si tras la distancia y el tiempo que los separa, aún están dispuestos a compartir ese tiempo, serán verdaderos viejos amigos.

Pero hasta aquí, esto ha sido solo un aburrido ensayo de psicología…

… los delirios adolescentes, y una protesta contra el ajedrecista que marca los caminos, siguen a continuación.

He visto, en el primer año de facultad, como los grupos se separan. Cual electrón que sale disparado de su orbita y encuentra en un átomo vecino un nuevo lugar, bastante acogedor.

He visto, como gente intentaba buscar a sus pares, ante la evidente soledad que significa llegar a un mundo donde nadie es como uno.

Hasta me han llegado a usar como puente o válvula. Un punto de paso antes de saltar a la órbita en la que realmente se sientan cómodos.

Predije la situación de inestabilidad, pero esperaba un filtro natural. Así como la entropía me había separado de los antiguos compañeros, habría de colisionar con otros nuevos en forma natural.

Pero olvidé percatarme de que había gente que podría filtrarme a mí, de manera brusca o paulatina, pero al fin y al cabo, como una impureza más.

Dicen que las cosas por sabidas se callan, y por calladas se olvidan.

He sentido odio, y desprecio, ante quienes con el silencio me filtraron con el silencio. Por supuesto, en su bondad residía la imposibilidad de decirme cosas directamente, pues la verdad es como el mertiolate, arde hasta que hace efecto. Con su silencio quisieron acelerar el desgaste de la relación, para encontrarnos tiempo después con la indiferencia característica, pero solo lograron crear una sensación de angustia. Y casi me animo a afirmar, que su indiferencia forzada es solo un poco mejor que el desprecio.

Vale, en toda búsqueda, aventura o travesía hay derrotas. Yo tampoco he sido un santo (tal vez un pecador), no he tratado a las personas de la manera más óptima, guiado por mi irracionalidad que me cegaba (aunque tal vez aun me ciega).

Finalmente, en el cauce natural de río, comencé a vislumbrar fuegos en la ribera. El filtro natural había actuado y me brindarían una nueva oportunidad, esperanzas de llegar al final de esta etapa, pues no existe un verdadero final en esta eterna búsqueda de identidad.

Pero aún dolido por haber rebotado ante la gente cuan haz de luz en un laberinto de espejos, opté por bajar la cabeza e intentarlo por última vez.

Tuve que acercarme a algunos de los entes a quienes alguna vez les tendí una mano (en la gloriosa época cuando aún tenía manos que tender), humillarme y pedir con mucha vergüenza y apenas pudiendo mirar a los ojos, un poco de tiempo.

Pero…. ¿Es que hay algo más egoísta y terrible que pedirle a alguien que comparta contigo el tesoro mas grande que tiene, su tiempo?

Y… ¿Hay algo más humillante que pedir ese tiempo a sabiendas que no hay voluntad de compartirlo?

Esto es una protesta, una protesta contra la entropía, que separa los ideales de la realidad. En estos últimos meses han sido bastante duros, y solo cuando giré mi cabeza para buscar ayuda, comencé a tener conciencia de la innumerable cantidad de errores que he cometido este año.

Me gustaría buscar a la gente, y pedirles disculpas, uno por uno. Pero pocos serán los que se rebajen a escucharme, y más escasos aún los que, con cautela, comprendan (por no decir entiendan) mis palabras. Pues he vivido demasiado tiempo, dentro de una burbuja estelar.