En que momento la conocí, no lo recuerdo. En que momento la perdí, tampoco.
Fue la primera y la única hasta ahora. Derramo lágrimas al recordarla, inclusive ahora mientras escribo estas líneas.
¿Podrá acaso alguien imaginar la sensación de paz que ella me transmitía?
Hasta mi familia confió en ella. Recuerdo aquél domingo, todos reunidos en la mesa y sonriéndole, como si fuera aceptada. Sabían que estaba conmigo, y no les importó, la trataron como una más de la familia. Me sentí mas unido a ellos, como nunca antes lo había sentido.
Me encantaba su personalidad, introvertida, un tanto tímida, pero curiosa. Recuerdo cuando me encontré con unos amigos jugando pool. Me alejé de ellos, tal vez por celos o por temor. Pero ella se quedó parada a un costado prestando atención a su juego. Y en ese entonces, me sentí más amigo de mis amigos que nunca.
Finalmente me encontré solo con ella, ¿Habrá sido en una plaza? ¿O en la vereda de mi casa? No recuerdo el escenario, solo recuerdo su serenidad.
Entonces me di cuenta, que no sentía una pasión sexual. Me di cuenta que no sabía demasiado sobre ella, ni siquiera que religión profesaba ¿Y mi familia estaba de acuerdo con ello?
Le abracé, la incline hacia mi derecha sosteniéndola con mis brazos, me detuve para ver sus ojos y lo supe.
Ella se sentía muy cómoda conmigo, y quería que sigamos adelante. Pero no tenía ojos libidinosos sedientos de carne. Era delgada, de tez blanquecina y llevaba el pelo corto. “Demasiado Corto” hubiera pensado en otro momento. Pero en ese instante, era perfecta.
La tuve tan cerca, y luego se fue. No dijo una palabra, me dio a entender que lo nuestro había terminado.
Me negaba a perderla, pero ni siquiera recordaba su nombre. Quise llamarle y balbuceé solo su inicial. Entonces supe que su nombre comenzaba con L.
Busqué en mi agenda, y la encontré. Solo había una mujer cuyo nombre empezara con L . Tenía que ser ella, pues no conocía a nadie más…
Pues su nombre… era Libertad.