jueves, diciembre 28, 2006

Voces del otro lado


Lo diré de una vez. Tengo miedo. No, no es miedo a la muerte. Creo saber aceptarla. Llevo mi mortaja conmigo cada vez que voy a alguna conferencia, por mas aterrador que eso le parezca a mi esposa.
Tampoco es miedo al futuro, ya me estoy poniendo viejo, y creo haber inculcado buenos principios a mis hijos. Asi pues tampoco tendría que tener un obsesivo temor por su futuro.
No es hacia el calentamiento global, ni al terrorismo (no del que mata 30 personas en un restaurante y todos condenan, sino del que mata medio millón en un país y todos aplauden)
Mi querido lector, tengo que confesarle que tengo una fobia incontrolable hacia un conjunto de circuitos integrados, microfonos y parlantes. Le tengo miedo al teléfono.

Si. Al teléfono. Tanto los gigantes teléfonos públicos como los celulares con bluetooth (¿Así se escribe, no?)
Imaginelo. usted presiona un botón o descuelga un tubo de plástico y se escuchan voces del otro lado. Mi abuela compartía el mismo temor, aunque creo que lo de ella era simplemente temor a lo desconocido.
No, señor lector. Yo no le temo a la tecnología, es más, la conozco bien.
Yo le temo a las voces que se escuchan del otro lado. No es que crea en fantasmas ni en enviados del diablo, lucifer o shaitán, como quieran llamarle. Pero tengo que admitir que más de una vez he escuchado voces de ultratumba al contestar. Como el día que mi padre llamó para decirme que mi madre había muerto o cuando la ex novia de mi hermano aulló (si, aulló) preguntando por él, pobre chica, me pregunto que será de ella.

Es una máquina diabólica incontrolable. Digna de seres como el Cuco, el Hombre de la Bolsa, y Drácula.
No puedes saber con certeza cuando va a sonar el terrorífico zumbido de la campanilla y la mayoría de las veces ocurre cuando estoy apenas sentándome en el baño, o apenas domitando. En esos casos normalmente no lo contesto, pero hay veces en que algun ente insistente llama y llama, el teléfono suena quince veces y el tipo sigue intentando. Me levanto apresurado analizándo la posibilidad que sea una emergencia y atiendo el teléfono luego del timbrazo número diecinueve.
Atiendo y me encuentro con la no muy agradable voz de mi tía. Que además de interrumpirme tengo que soportar sus quejidos.
-¿Para qué diablos tienes teléfono si nunca atiendes? - Bueno, no dicen diablos, pero no quiero ser grosero. Siempre me veo en la obligación de dar detalles de mi fisiología.
- Pero si estaba en el baño pues. ¿Quieres que tenga el inalámbrico al lado del inodoro?
- Y encima te me haces el picarito...
- Bueno, ¿Pero qué necesitabas?
- Necesito que me bajes unas cosas de internet.
Exacto. Tras muchos quejidos resulta que te llaman para pedirte favores. Vale, tengo banda ancha, pero tampoco es para bajarle trabajos prácticos de geografía a mis primos. En mi época eramos bien machos. ¡Buscábamos solos en el Encarta!

Pero no solo los queridos parientes llaman en horarios impredecibles. Los números equivocados están a la orden del día. Pero bueno, no puedo culpar la estupidez o la negligencia. He de admitir que yo también me equivoqué de número una vez. Fue doloroso para mi orgullo, y más aún para mi bolsillo pues se trataba de una llamada a Canadá.

Sin embargo, de las llamadas molestas, las que mas detesto son las de las compañías telefónicas. Siempre preguntan por el titular de la línea y comienzan a ofrecer sus mágicos servicios de larga distancia. Tres veces cometí el error de atenderles bien. Me tuvieron, en total, una hora y cuarenta y cinco minutos con el tubo en la mano. Eso es dañino, querido lector. Aún para un jóven de treinta como yo.
Descubrí varias maneras de cortarles rápido a tales alimañas de la comunicación. Mi favorita era simular un llanto desconsolado cuando preguntaban por el titular y aludir que estabamos en su velorio. Una vez invité a salir a la señorita que llamó -todavía era soltero ¿Eh? no vayan a pensar mal- fue tal vez la única vez en la historia que la compañía de teléfonos me cortó a mi.

Querido lector, el teléfono me perturba. Si alguien quiere comunicarse conmigo lo puede hacer en persona, por internet, o con señales de humo. ¿Por qué tiene que torturarme con un llamado telefónico?
Le temo al teléfono, porque cuando alguien llama, siempre es para pedir algo. Mi madre, Dios la tenga en la gloria, solía decir "Nadie llama para regalar nada". Intentando ir contra la corriente, una vez llamé a un amigo que no veía hace tiempo solo para saludarle. Me trató de borracho, se burló y luego cortó. Mi madre era una mujer sabia.

Hace algunos años recibí el llamado de una amiga que no veía desde el secundario, solo para escuchar su temblorosa voz que agonizaba, al día siguiente recibí un llamado enterándome que murió. Supongo que al menos se acordó de mi en sus últimas horas. Luego de ese suceso estuve varios días sin atender el teléfono.
Hace poco tiempo, un amigo de la universidad descargó toda su ira declarándome su odio. Al día siguiente murió electrocutado. Pero no daré mas detalles al respecto.
Recuerdo que el tipo me cortó y quedé escuchando el intermitente tono a 440 Hz bajo una fina lluvia.
Si, muchos traumas tuve con ese pequeño aparato. Por eso es que ahora, simplemente le tengo miedo al teléfono.

sábado, diciembre 02, 2006

Allá lejos

A veces me pregunto si valdría la pena alejarse de todo el mundo y vivir sin ser conciente de la vida.

En la antesala de la crisis mas profunda que jamas haya enfrentado. Me encuentro un sabado por la tarde sentado frente a la pc escuchando la radio. Lo que es bastante raro en mi, que nunca escucho radio.
Si un ente positrónico se encargara de velar por mi, no me dejaría escuchar radio jamás otra vez. Me intentaría salvar y me alejaría.
Me alejaría de los medios de comunicación, porque el deseo entra por mis ojos y por mis oídos. "Ojala entrase por el tacto", pienso a veces. Pero son esas veces en las que estoy oculto en el horizonte, saludando a Orion cuando se muestra entre las nubes.
Deberían alejarme de la calle, que las propagandas en los carteles, colectivos y diarios también me envían sus mensajes. Podría cortarme los receptores de señal, pero creo que me dolerían los párpados. La última vez no fue nada placentero.
Me quito los auriculares, pues han comenzado a hablar, aquéllos que gatillan mi horror como el platino del distribuidor de un auto.
Me alejaría de mis amigos, tan heterogéneos y pensantes. De mis profesores, y tan solo les pediría libros y notas buenas.
Reemplazaría la ciencia por la historia y la pasión por la rutina.
Dejaría de comer, de beber y de respirar, todo aquello que no he de comer, de beber ni de respirar.
Trabajaría con ojos vendados en una maquinaria que nada me permita saber del mundo. Golpearía clavos con un martillo y recibiría descargas eléctricas en cada descuido.
Conseguiría dinero suficiente y buscaría una esposa, una mujer sencilla que busque alejarse y esconderse al igual que yo. Posiblemente querría cientos de hijos antes del primer lustro, y miles de fotos de montañas y árboles, con ella a un costado, y venados por todas partes.
Eliminaría la gente, las borraría con photoshop.
Con una naturalidad propia de una secta, buscaríamos más como nosotros. Juntaría dinero y viajaría a algun remoto país del que nada sepa, solo su legislación. Sonreiría poco, me centraría en meditaciones redundantes y criaría los niños, ya crecidos e hiperactivos.
Les educaría para odiar el mundo, excepto el que nosotros conocemos, y luego les mandaría a jugar con piedras y pelotas improvisadas.
Mi cuerpo habría dejado de pesarme, me habría acostumbrado ya a la escasez fibras y al agua con sarro
Viviría sin ser conciente de la vida, mis hijos habrían crecido y se habrían reproducido con otros hermitaños. Ellos parecerían sonreir de tanto en tanto. Yo no recordaría lo que eso significaba, hasta lo tomaría como una falta de respeto. Les adoctrinaría que es preferible mantenerse serios y hablar poco. Como si estuvieramos obligados a usar la menor energía posible.
Abandonaría las ropas, y me cubriría con amplias telas de oscuros colores. Ni siquiera me afeitaría ¿Para qué gastar energía?
Pasarían otros años y mi cuerpo comenzaría a fallar, una caída, un virus. Y moriré.

Parpadeo, la radio sigue encendida.
A veces me pregunto si esto es lo que busca una religión. Alejarte del mundo como lo conoces y desprenderte de tu cuerpo, sentido a sentido. Hasta llegar a ser tan eficiente y mecánico como un vegetal.

viernes, noviembre 03, 2006

El reinicio del tiempo

Esta es la historia de Abel Telline, tal y como el la relató antes de sumergirse nuevamente en un mundo de incertidumbre que afirmó preferir. No suelo publicar este tipo de textos , pero en este caso, considerenlo un tributo a aquél que construyó el primer Tempovisor. Traté de no omitir ningún detalle para respetar su "memoria", ya que si dependiera de mi criterio, borraría la mitad de su historia, llena de acotaciones irrelevantes.
Alfredo Rodriguez. 5 de Marzo de 2007

Despertando


Lo primero que recuerdo es haber abierto los ojos y haber encontrado una mujer al pie de la cama leyendo, tenía la mirada perdida como si no estuviera prestando atención a la revista.
Intenté moverme pero me sentí muy débil, apenas logré correr un poco la sabana. El quejumbroso sonido de mi respiración alertó a esa mujer de mi estado conciente.
Se levantó súbitamente y saltó hacia un lado de la cama. Me tomó de la mano y estoy casi seguro que pude ver como sus ojos se llenaban de lágrimas.
- Abel. Mi amor ¿Me escuchas? - Dijo con un tono suave, su voz sonaba ronca como si hubiese estado llorando.
No reaccioné de inmediato. Intenté hablar pero solo tosí.
- No, no, tranquilo, no hables. Los médicos dicen que estarás bien. - Dijo con una voz más armoniosa, me arropó y puso su mano sobre mi frente.
En ese momento me dí cuenta que no sabía donde estaba, ni tampoco muy seguro de quien era yo. La cabeza me dolía demasiado y todo era muy confuso. Ella seguía jugando con mi cabello y sentía su mano temblar. "Debe haber pasado por algo muy terrible ", pensé. Pero el mundo no dejaba de dar vueltas, me sentía desorientado.
- Abel, aquí llegó el médico. Mi amor, ¿Cómo te sientes?
Junté fuerzas y finalmente pude coordinar mis cuerdas vocales. El médico sonreía, al igual que la mujer. Entonces dije lo que realmente quería saber en ese momento...
- ¿Quien eres tu?

Stacy,(así se identificó la mujer), lloraba mientras los médicos debatían mirando un electroencefalograma, sea lo que haya sido eso.
- No hay una clara lesión ni en el encéfalo ni en el cerebelo - Dijo uno de ellos, flaco y ruludo.
- Yo creo que es evidente la presencia de una lesión ¿Cómo explicas la amnesia? - Agregó otro, mas gordo y viejo, parecía tener un rango mas elevado.
- Busqué casos similares, patrones conocidos, ninguno coincide con una amnesia traumática.
- ¿Entonces qué sugiere Ud, Doctor? - Dijo el más viejo, con un tono visiblemente sarcástico. El flaco se erguió como si se hubiera sentido tocado por ese comentario.
- Toda la evidencia apunta a una amnesia psicógena o simulada.
- ¡Psicógena! ¡Por el amor de Dios, el hombre cayó de un primer piso!
Ambos siguieron discutiendo unos minutos hasta que sonó un celular. Se miraron e inmediatamente se fueron de la habitación dando rápidas ordenes a la enfermera del pasillo.

- ¿No recuerdas nada de nada? - Me preguntó Stacy, ya calmada y asumiendo la realidad
- No. Lo siento.
- No, no, tu perdóname. Es que con todo lo que ha pasado...
- ¿Qué pasó, exactamente?- Dije con un tono cortante. Stacy dudó en contestar.
- Tuviste un... accidente.
- Escuché a los médicos decir que caí de un primer piso.
- Si, fue terrible... ¿Pero qué hacías en ese hotel? Me dijiste que salías por un asunto del trabajo.
- La verdad es que no me acuerdo de nada. - Dije mirando hacia otra parte. Por primera vez me di cuenta que no sabía quien era, ni que hacía. ¿En qué trabajaba?.
Stacy se acercó rápidamente.
- No te preocupes, mi amor, de a poco te acordarás. Yo te voy a cuidar. ¿Si?. No te preocupes por nada.
Dos días después el médico me dio el alta. No me dijo nada respecto a mi amnesia. Solo me dio un turno 10 días después para revisión.
Salimos y en la esquina del hospital Stacey paró un taxi. Se dio media vuelta y me sonrió
- Vamos a casa, Abel.

El suplicio de no saber

Era un departamento pequeño pero cómodo, hasta un tanto acogedor. Esa noche comiamos un esquisito arroz con una salsa especial. "Secreto de familia" dijo Stacey. En ese momento pensé que me gustaría saber algo mas sobre su familia, y a continuación el aluvión de preguntas volvió a mi cabeza.
-¿Stacy?
- ¿Aha? - respondió mientras masticaba.
- ¿Puedes contarme algo... de mi? - Dije con algo de duda. Stacey dejó de masticar
- Muy bien, Abel, ¿Qué quieres saber?
- Buenisimo, al menos ya sé que me llamo Abel.
-Mi amor...
- No, esta bien. Tengo que acostumbrarme a la idea de no saber quien soy ni que hago.
- Eres Abel Teline, científico, te gustan las películas de ciencia ficción y eres romántico, apasionado y muy mal bailarín. ¿Algo más?
Solo atiné a sonreir.

Me acosté pero apenas pude dormir. Desperté asustado, me levanté a tomar un poco de agua y me vi en el espejo.
Me agarré la cara, tenía barba de varios días. Estaba confundido. La cabeza todavía me daba vueltas. ¿Soy científico? ¿A qué me dedico? ¿Que pasó conmigo? ¿Que hacía en un hotel?
-¡¿Que diablos pasó conmigo?! - Grité mientras me agarraba del espejo.
A través del espejo vi que Stacey estaba despierta, abrazada a su almohada. Me pregunté que estaría pensando. Pobre Stacey, tenía que lidiar conmigo.

Por la mañana temprano Stacey salió a trabajar, no pude entender exactamente a que se dedicaba. Creo que tenía algo que ver con diseño de interiores.
El departamento era mas bonito de lo que recordaba de la noche anterior. La luz entraba por un gran ventanal inundando con una luminancia perfecta.
Comencé a recorrer las habitaciones buscando algo que me ayudara a recordar. No encontré nada interesante. Totalmente rendido y sin ánimos para salir a la calle me recosté en el sofá, tomé el control remoto pero el televisor no encendió. Frustrado me levanté para apretar el botón de encendido.

Lo primero que se me ocurrió fue ver los canales de noticias. Todos los canales transmitían un evento multitudinario y, luchando contra mi escepticismo, subí el volumen y escuché lo que hablaban. Un hombre medianamente mayor, bastante bien vestido, hablaba en ingles sobre armas, misiles y pueblos endemoniados que resultaban peligrosos para la humanidad. No pude más con mi genio y cambié de canal. Un canal japonés transmitía también el dichoso evento, pero me sorprendió ver una pantalla dividida. En una aparecía este hombre y en la otra fotos y filmaciones de remotos lugares en algún lugar de oriente medio. Niños arrojando piedras a tanques de guerra, un avión bombardeando templos religiosos y una foto aterradora de un bebé muerto con un agujero en su pecho. Bajo la foto aparecía una leyenda "Nótese como el francotirador apuntó cuidadosamente antes de disparar".

La manó comenzó a temblarme. Solté el control remoto y miré fijamente el televisor. Sentía una punzada en la cabeza. Todo mi cuerpo comenzó a temblar con pulsos periódicos e intensos. Llegó un momento en el que el dolor se volvió insoportable. Logré agarrar el control remoto y apagar el televisor. Me levanté, aún con esos espasmos esporádicos y me fui al baño a lavarme la cara. En el espejo vi mi imagen nuevamente, pero esta vez sentí que la reconocía. Me acerqué a menos de diez centímetros del espejo y me dije a mi mismo.
"Dichosos de aquéllos que no son concientes de la infinita injusticia".
Stacey volvió poco después. No le comenté nada del episodio.

Los primeros días fueron marcados por la total incertidumbre. Conocía muy poco y no sabía que hacer. Comencé a salir del departamento, lo que me sirvió para recaudar más información. Pero todavía no sabía quien era yo, ni que me ocurrió.

Recordaba las palabras del médico. "No hay una clara lesión". "Amnesia psicógena o simulada".
Busqué en la red pero no encontré nada relevante. Finalmente, por insistencia de Stacey, decidí ir al hospital, pero yo no iría exactamente a revisarme, sino a recabar más información.

El taxi tardó unos veinte minutos en llegar al hospital. En las inmediaciones algunos vagabundos ocupaban la vereda mirándome con absoluta indiferencia. En la entrada una mujer lloraba desconsoladamente abrazada por otras dos mujeres. Unos metros más allá un hombre fumaba nerviosamente un cigarrillo que apenas pudo encender. Sobre la vereda, y casi estorbando la entrada estaban un lustrabotas, un canillita gritando el nombre del periodico que vendía y un hombre con un carrito que vendía desde gaseosas hasta facturas.
Era una imagen desoladora. ¡Que diferente parecía la entrada del hospital ahora que entraba caminando!

Pregunté por el médico que me atendió, señalaron a un flaco que recorría las salas de traumatología y automáticamente lo reconocí. La segunda cara que vi desde que desperté en esa cama

Me introduje, me saludó, sonrió y parecía contento de verme. Estoy seguro que no se acordaba de mi, pero era imposible notarlo. Me dijo que lo esperara en una salita y allí fui.
Entró veinte minutos después con unas hojas, seguramente mi historia clínica. Ahora ya no habría manera de comprobar que no se acordaba de mi.
Me examinó la cabeza y me hizo algunas pruebas de reacción que supuse eran simple rutina. Entonces aproveché para preguntarle.
-¿Doctor?
- Dígame - contestó cordialmente.
- Cuando estaba internado, le oí decir que no se me había detectado una clara lesión. ¿Qué significa eso? - lo dije rápidamente, queriendo dar a entender que iba directo al grano.
El médico dudó por un instante.
- Bueno, eso buena noticia, significa que no sufrió usted daños físicos permanentes. - Dijo con un aire mentiroso.
- Doctor, soy científico, entiendo de estos temas. Puede decírmelo- Mentí.
El muchacho volvió a dudar y finalmente cedió:
-Muy bien - Hizo una pausa, tomo aire y continuó. - El cuadro de amnesia que usted presenta es típico de un severo traumatismo craneal. En las radiografías no fue detectada una clara lesión, solo en la tomografía se pudo observar los indicios de una sutíl inflamación en el cerebelo.
- Creí que había caído de un balcón. ¿Cómo es posible eso?
- Es lo que también me extraña a mi. Mire, usted recibió un golpe leve en un preciso lugar - Señaló detrás de mi oreja - pero su cráneo actuó como una caja de resonancia. En condiciones normales eso no afectaría en lo más mínimo...
- ¿Pero en mi caso...?
- Tuvo suerte de no salir con traumatismos graves, pero con la mala suerte de haber golpeado en el único punto de la cabeza que puede causar una lesión en la región de memoria del cerebelo. Le causó una amnesia psicógena. Pero no se preocupe, en este tipo de casos la recuperación de memoria suele ser progresiva, solo tiene que tener paciencia.
- Gracias Doctor.
- No, por favor señor Telline, estoy para servirle.

Volví a casa desanimado. Solo había sido un trágico caso de "mala suerte". Sonreí antes de entrar. Le dije a Stacey que el médico me dijo que estaba mucho mejor y que pronto comenzaría a recordar cosas.

Había llegado a un punto muerto de mi investigación. La sensación imperiosa de saber me carcomía y cada tanto tenía mis arranques de furia. Mi relación con Stacey iba en decremento. No podía culparla, a esta altura mi única obsesión era el saber.
"Podrías aprovechar para empezar de nuevo". Solía decir Stacey. Mas no podía simplemente ignorar toda mi historia. Cada día recordaba detalles nuevos pero mi identidad o mi trabajo seguían permaneciendo ocultos.

Como un manotazo de ahogado decidí ir al hotel donde ocurrió el accidente. Esta vez no tomé un taxi, me parecía que ya estaba gastando mucho dinero y ya me sentía lo suficientemente lúcido para usar los temibles medios de transporte masivos.
Llegué al hotel, un bonito hotel de tres estrellas, tenía un muy bien cuidado jardín delantero y unos sillones en en la recepción que parecían muy cómodos. Antes de entrar miré hacia arriba y vi una sucesión de balcones que se elevaban decenas de metros por encima mío. Sentí un pequeño temblor en la mano, sabiendo que de uno de esos balcones yo había caído un mes antes.
Había estado dudando que preguntar y como. No sonaba muy bien un "Hola! Soy el que casi se muere cayéndose del balcón, ¿Le importaría decirme que hacía yo aquí ese día?", pero parecía lo más efectivo.
Afortunadamente nada de eso hizo falta. Ni bien me acerqué a la recepción un ávido joven se levantó de su taburete apresurado y me sonrió.

-¡Doctor Telline! ¡Me alegro de verlo! ¿Cómo está usted? - dijo el joven en un tono muy amistoso. Mi problema de como presentarme se había solucionado.
- Hola... - Contesté dudando - Estoy mucho mejor, gracias.
- Me alegro mucho. ¿Sabe? Todos estábamos muy preocupados por usted. Fue un terrible accidente... - dicho esto, el joven bajó la mirada, visiblemente apenado.
- Muchas gracias a todos - dije, fingiendo saber a quienes se refería - Sabes, tengo un par de preguntas que hacerte si no te molesta.
- ¡Pero por favor, Doctor! Dígame en que puedo ayudarle. - respondió mostrándose contento por ayudarme.
- Sobre el accidente...
- ¿Si?
- Recuerdo muy poco de ese día. ¿Recuerdas exactamente que pasó?
- Pues... oí un estruendoso reventón en el jardín, salí corriendo y lo... vi a usted.

El joven relató todos los acontecimientos de ese día. Como llegó la ambulancia y luego la policía. Que la hipótesis que mas se manejó fue un suicidio aunque los muchachos, que a esta altura los había identificado como empleados del hotel, no lo creían. Le agradecí su amabilidad y me disponía a marchar. Pero me detuve en el umbral de la puerta atosigado por una súbita duda.

- Por cierto. ¿Qué pasó con mis cosas?
- Se las enviamos a la universidad, por supuesto.
"¿Universidad?". Pensé sorprendido, un raudal de dudas volvía a inundarme, mas solo atiné a sonreír.


Volví a casa. Era bastante tarde, Stacy apenas me habló durante la noche. Mientras comíamos le mencioné la universidad, pero ella no pareció inmutarse, habrá estado muy molesta por algo. A la mañana siguiente preparé una muda de ropa en un pequeño bolso y ni bien terminé el desayuno ya estaba listo para irme.
No había terminado de abrir la puerta cuando oí los sollozos de Stacey, quien corrió y me abrazó. Solté el bolso y la abracé. Entonces escuche una voz increíblemente aterradora, la suya. Tenía la voz quebrada de tanto llorar.

- Por favor, mi amor. No te vayas. No de nuevo - dijo sollozando -Por favor, Abel. Quédate conmigo. Tenemos una oportunidad única de ser felices otra vez. No te vayas.
-Stacey... - dije asustado. No sabía como reaccionar ante tal situación. "Momento... dijo 'de nuevo'?" - Stacey. ¿ A qué te refieres con que no me vaya "de nuevo"?.
- Trabajas en esa universidad pero ya no lo soportabas. Salías todos los días temprano y no volvías sino hasta después del ocaso.
- Tu... - Dudé un instante y luego continué - Tu sabías de la universidad...

Stacey me abrazó mas fuerte y me contó lo que sabía de mi trabajo en la universidad (aunque no parecía saber demasiado al respecto). Habló de como comencé a tener ataques de histeria durante un mes y que cuando llegó ese accidente, temió lo peor. Entendí entonces porque parecía tan factible la hipótesis del suicidio.

- No sé que es lo que te estaba molestando tanto, pero después del... accidente puedes volver a vivir en paz. No quiero que te vayas, Abel. No quiero que vuelvas a ese lugar que casi te mata.

Tenía suerte de estar con una mujer como Stacey que me quisiera tanto. Por un momento pensé en dejarlo todo y hacerla feliz. No podía soportar ver las lágrimas saliendo de sus ojos y su carita entremecedora. Me llegaba muy adentro.
Pero ni bien lo pensé sentí un vacío en mi interior, como una avalancha de dudas e impulsos eléctricos recorriéndome todo el cuerpo con constantes escalofríos. No podría vivir sin saberlo.
Le di un beso en la frente, la solté y agarré el bolso.

- Volveré - Prometí falsamente, como si realmente creyera que no iba a regresar en una sola pieza de lo que sea que me espere.

La ayuda de un excéntrico físico teórico, valga la redundancia.

Un colectivo interurbano me dejó en la puerta del campus de la universidad. La entrada no estaba muy bien cuidada y un cartel , que seguramente fue amarillo en otros días, daba la bienvenida. Di mi nombre en la casilla policial y al cabo de un minuto me permitieron pasar. No sabía a donde ir así que comencé a caminar.
Llegué a un lugar bastante más vistoso con un modesto cartel en una reja que decía "Facultad de Derecho", y unos cien metros después la puerta principal a tal recinto. Se podía apreciar como una cantidad inconmensurable de personas llegaba a la facultad, fácilmente se podría haber confundido con un cardúmen sino fuera porque violaban las leyes de la hidrodinámica al llegar a la puerta. La velocidad de las personas decrecía y la presión entre ellas aumentaba. Temía que alguien me reconozca, rogaba que mi doctorado no sea en leyes. Sentí ciertas nauseas y pensé en cuan aburrida me parecía la literatura judicial. Sacudí la cabeza y me di cuenta que acababa de recordar mi desprecio por los abogados. Solo atiné a sonreír.

Crucé frente a varios edificios e inclusive una playa de alta tensión. Me apoyé en el alambrado y suspiré. Di media vuelta y quedé frente a otro edificio, un poco mas chico que los otros pero con igual imponencia. Típica sensación de poder de la arquitectura griega.
Entonces sentí una nueva punzada en la cabeza, sentí que había visto ese edificio muchas veces antes desde el mismo ángulo. Sin pensarlo dos veces crucé la calle, atravesé el jardín de setos, subí las modestas escalinatas y entré a la facultad de física.

Me detuve un momento para pensar el próximo paso a seguir. Deambular por la universidad no es la mejor imagen que un hombre de mediana edad pueda dar. Parecería un ávido alumno nervioso por inminentes exámenes.

Decidí que los dos lugares mas concurridos de la facultad son la biblioteca y el bar. Me resultó tentador adentrarme en el bar al ver hermosas señoritas saliendo de él. Pero luego una de ellas encendió un cigarrillo y sentí una repulsión muy grande.
La biblioteca estaba en el tercer piso. Era bastante cómoda y la iluminación era perfecta. Artefactos de 3 lámparas fluorescentes se ubicaban en una grilla con una separación de 3 metros. Pasé al lado de la bibliotecaria y me sonrió:
- Buenos Días Profesor, ¿Puedo ayudarle en algo? - me dijo la mujer, de unos 40 años, con una amabilidad inesperada. Acostumbrado ya a recopilar información sobre la marcha le seguí la corriente.
- Buenos Días. No, hoy solo estoy caminando un rato, despejándome un poco del trabajo. - mentí.
- ¿Se encuentra usted bien. profesor? - inquirió, con una ceja levantada.
- No, ¿Por qué? - me defendí. Ella sonrió nuevamente y soltó una encantadora carcajada.
- No, por nada en especial. Solo que hace varios días que no le veo por aquí. ¿Ha terminado con su proyecto?

"Proyecto..."

No llegué a meditar sobre lo que acababa de oír cuando un hombre, particularmente extraño, entró a la biblioteca. Llevaba un maletín viejo semi abierto y un sobretodo muy bien cuidado. Estaba quedando calvo y tenía una figura no muy agradable. Me miró y pareció sorprendido. Hasta podría decir que se asustó de verme. Dio media vuelta y se fue de la biblioteca. Ese hecho me dejó muy intrigado. Era evidente que ese hombre me conocía.
Me despedí de la amable bibliotecaria y me dirigí a la puerta dispuesto a perseguir al extraño hombre calvo.

Ni bien salí de la biblioteca una mano me agarró del hombro y me tiró hacia mi derecha. Cuando intenté reaccionar otra mano me tomó del cuello y me estampó contra la pared. Levanté la mirada y vi que se trataba de ese misterioso hombre. Aflojó un poco la presión (gesto que yo agradecí) y dijo:

- ¡Pensé que estabas muerto! ¿Que diablos haces aquí? - El tipo hablaba con fuerza pero sin levantar la voz - Venga, ¡Contestarme! ¿A que has venido?
Entonces respondí con la pregunta que más veces repetí desde que desperté aquél día en el hospital.

-¿Quién... quién eres tu?

Manifestada mi amnesia el tipo recobró la compostura, me invitó una cerveza y lo acepté sin chistar. "Algo le habré hecho al pobre tipo para que me haya tratado as.", pensé.

Se presentó como Alfredo Rodriguez, pero insistió en que le llamase Fred.
-Así que no te acuerdas nada... - dijo mientras le daba un sorbo a la jarra de cerveza. Miró fijamente mi jarra y asumí que esperaba que tome un poco. Agarré la jarra y me la lleve a la boca, pero antes de poder tomar algo él comenzó a reír a carcajadas.
- ¿Qué te pasa? - Pregunté indignado, no me gusta que se rian de mi, menos que no me digan porque.
- Realmente no te acuerdas nada... - Dijo casi suspirando - Odias la cerveza.
Dejé la jarra en la mesa y le miré enojado.
- No sé quien eres tu, ni quien soy yo. Ni siquiera que hago o solía hacer aquí. No debería ser tan difícil entender eso.
- Venga, tranquilo. Honestamente, tienes suerte de no recordar nada. - dijo y luego le dio otro sorbo a la jarra.
- Dime que motivos tendría para estar muerto - le hablé sin rodeos.
- ¡Hombre, pero que voy a saber yo! Si no querías hablar con nadie y cada vez estabas peor. Parecía que ibas muriendo de a poco. Cuando me enteré del accidente supuse un muy poco digno fin para tu mugrosa vida. - sonrió al decir lo último, supongo que la cerveza le estaba haciendo efecto.
- ¿En que proyecto estuve trabajando?
- En varios.
- ¿Cual de ellos pudo haberme provocado tal psicosis?
- Yo le llamaría neurosis
- ¿Cual de ellos? - Repetí
- Pues seguramente el de la máquina, grandísimo animal. ¿Cuál otro será? En ese trabajamos juntos. ¡Hombre!¿ Acaso recuerdas algo? ¿O has terminado por morirte?
- No recuerdo ni quien soy, ni a que hacía yo en esta vida. Pero no estoy muerto.
- Bonita contradicción habéis dicho allí. - sonrió y dio otro sorbo a la jarra terminando la cerveza. - Venga. Vamos al laboratorio. Si todavía tienes tus malditas habilidades tal vez puedas arreglar la máquina.
- ¿Qué le pasó a la máquina? - pregunté mientras me levantaba de la mesa.
- Eso deberías saberlo tu... fuiste el último en usarla.

Fred salió rápidamente del bar obligándome a pagar por una cerveza que no tomé. Me pareció un acto ofensivo, pero trate de no darle demasiada importancia, tal vez solo se olvidó.

El laboratorio se encontraba en el tercer piso del edificio, muy cerca de las escaleras y los ascensores. Me pareció un extraño lugar para un laboratorio, ya que el resto de los salones eran aulas. "Asi estamos más cerca del transformador, necesitamos mucha energía, ¿Viste?" me comentó Fred mientras abría la puerta. Su aparente estado de ebriedad había desaparecido.

Un taquión juguetón

Encendió las luces. Creí que iba a escuchar el imponente sonido de los contactores cerrándose y balastos comenzando a vibrar regulando la corriente de lámparas fluorescentes, otorgando una luminancia tan perfecta como una sala de operaciones.
Decepción fue la mía cuando vi encenderse solo dos lámparas, y otras dos ni siquiera llegaron a prender. El laboratorio era solo poco mas grande que la habitación en el departamento y las paredes parecían haber visto mejores años, al menos sin tanta humedad. Mientras dejaba su abrigo en una silla. Creo que me preguntó algo pero yo solo podía prestar atención a una telaraña de cables que sobresalía de una carcasa de metal que supuse era un motor eléctrico.

- ¿Y bien? - preguntó Fred
- ¿Perdón?- le dije mientras sacudía un poco la cabeza
- ¿Cómo está Stacey?
- Ah, si... mas o menos. No quería que venga. Temía por mi salud.
- Te digo la verdad tío, no he visto a un tipo tan machacado como estabas tu.
- ¿Qué era lo que tenía?
- Bueno, oscilabas entre un estado de paranoia y otro de fobia. Al final solo salías del laboratorio para ir a la biblioteca, así que la bibliotecaria y yo eramos el único contacto humano que tenías. Supongo que porque nos necesitabas, sino también nos hubieras repelido.
- Lo.. lo lamento - Dije suspirando.
- Venga Abel - me dijo agarrándome del hombro - tienes suerte de no recordar nada. ¿Por qué seguir en esto? Puedes ir a casa y estar con Stacey. ¡Llévala al cine o lo que sea!.
- Desde el primer segundo de memoria que recuerdo, solo he sentido punzadas en mi cabeza cada vez que alguien me ofrecía la posibilidad de borrar mi pasado. Por las noches apenas puedo dormir, despierto fatigado con un dolor en el pecho, envuelto en una curiosidad insaciable. Simplemente... quiero saber.
- Ahora entiendo porque Stacey se preocupa... - Me dijo Fred con una aire de compasión.
- Si. -respondí en un tono cortante - aunque por algún motivo ella no parece saber mucho de mi trabajo.
- Naturalmente - agregó Fred.
- ¿Cómo?
- Tu mismo lo dijiste... " Es una mujer sencilla, poco curiosa y que no le interesa la investigación científica. La mujer ideal para que no te moleste con preguntas por la noche".
No respondí.
- ¿Estás seguro que quieres seguir, lo has pensado bien?
- Si, No tengo ninguna duda al respecto - mentí.

- ¿Qué es eso? - Pregunté señalando al extraño dispositivo que me mantenía perplejo.
- Esa... es una máquina cuántica. Tu la construiste hace dos meses.
- Explicame por favor, todo lo que sepas de ella.
Fred comenzó a reir.

" Venga, supondré que eres uno de mis alumnos. Oh, he tenido esta charla tantas veces con mi propio espejo practicando para el día en que demos a conocer... en fin. Para saciar tus dudas generales respondamos dos preguntas sencillas. Qué es y para qué sirve.
¿Qué es? Ya te lo dije, es una máquina cuántica. Venga, una máquina cuántica es cualquier sistema cuántico, digamos en el dominio atómico, que interactúe con otro sistema cuántico intercambiando energía y momentum. Pero no nos pongamos exquisitos con los nombres técnicos. Básicamente un electrón y un protón conforman una máquina cuántica, imagínate, con campos electromagnéticos y fuerzas nucleares... ejem, no te interesa eso, ¿Verdad?. En fin. Esta máquina en especial descifra la información que obtienen los electrones de ciertos taquiones aleatorios. ¿Los taquiones? ¡Hombre! ¿Te lo tengo que explicar todo?. Son partículas que teóricamente se mueven más rápido que la luz. Si, si, todos sabemos que nada puede ir mas rápido que la luz, bueno, nada al menos en el espacio como nosotros lo concebimos. Imagina un espacio inverso, en el nada pueda viajar
más lento que la luz.
¿Para qué sirve? Bueno, eso es lo que tu conseguiste hacer tu, mi querido y estimado
colega, darle una utilidad a toda esta porquería."

Visiblemente emocionado, Fred se acercó a un escritorio y abrió un cajón del que sacó una foto. Estabamos él y yo abrazados mostrando una jarra de cerveza.
- No la tomaste. Pero querías una foto con ella. - Me dijo mientras yo seguía mirando la foto. - Fue el día que la pudiste hacer funcionar.

Sentí una punzada en la cabeza, percibía como mis pupilas se agrandaban y mi mirada se perdía por detrás de la foto. Recordaba ese día.

20 de Setiembre de 2006 - Laboratorio de Física abandonado.
-¿Qué diablos estás haciendo? - había preguntado Fred.
- Cállate, hombre. Deja que los que sabemos que hacer de la vida trabajemos.
- ¡Bah! Estos técnicos electricistas que no entienden una ecuación.
- Al menos no tenemos miedo de pelar un cable...
- Mira, Telline, estoy en esto desde antes que tu... - Comenzó a decir Fred, pero le interrumpí abruptamente con un grito de euforia - ¿Qué? ¿Qué pasa? - Preguntó espectante.
- Espera, espera... - Le había contestado. Pasaron dos minutos y luego había encendido la pantalla de la máquina.
Podías vernos a Fred y a mi en el laboratorio. Yo estaba trabajando en la máquina y él al lado contemplándome insapiente.
- ¿Qué diablos? ¿Hiciste una cámara de TV? - Preguntó Fred malhumorado.
- Shh... atento. - Le había contestado mientras movía una perilla para regular el sonido. Entonces el Fred de la pantalla habló:

¿Qué diablos estás haciendo? - había preguntado Fred.
Cállate, hombre. Deja que los que sabemos que hacer de la vida trabajemos.
¡Bah! Estos técnicos electricistas que no entienden una ecuación.


- Somos... ¿Somos nosotros? - dijo Fred, sin saber si preguntar o afirma
.
Yo había saltado de la silla totalmente fuera de mi.
- Oye Fred, estoy hay que celebrarlo con una buena cerveza.

Si hubiera sabido que esa era la primera vez en la historia de la humanidad en el hombre veía su propio pasado se me hubiera ocurrido decir algo más simbólico. Solté la foto y miré a Fred.
- Lo recuerdas... - Dijo pensativo.
- Si, al ver la foto...
- Entonces sabes como arreglarla. - recalcó con una sonrisa.
- No... lo lamento. No recuerdo nada más.

En ese instante, mientras veía a Fred pensativo mirando la máquina, me di cuenta que acaba de recordar una escena de mi vida. Me excité al pensar que era posible recordar y le pedí a Fred más fotos.
No tenía muchas fotos nuestras. Una con los muchachos del departamento de física, otra en una cena a beneficio en la universidad, Stacey estaba a mi lado en esa. "Pobre Stacey, que habrá sido de ella... debería llamarle." pensé.
Ninguna foto me recordó nada y entonces la excitación se me fue.

- ¿Cómo es posible ver el pasado? - le pregunté a Fred, sacándolo de su letargo.
- Bueno, yo había diseñado una máquina cuántica que interactuaba con taquiones, tu la ajustaste para darle un uso. Es bastante complicado de explicar. - concluyó Fred, pero me daba la impresión que si quería explicarmelo. Entonces insistí:
- Venga, dame la versión corta -Le dije con una leve sonrisa.

"Ahh.. ¿Cómo es posible ver el pasado? Esa pregunta filosófica, mística, religiosa y por sobre todo, científica, que ha rondado en las mentes mas ávidas desde los albores del tiempo. Bueno, había creado una máquina que interactuaba con taquiones. Como bien sabes, toda información puede transmitirse a una velocidad limitada por la velocidad de la luz. Miramos el cielo y observamos la luz que nos llegan de las estrellas. Pero esa luz que nos llega ha tardado miles o millones de años en cruzar todo el espacio y llegar a nuestra galaxia,
a nuestros ojos. No tenemos información de la estrella en el preciso momento que recibimos su luz, su información. Sino que vemos como era la estrella hace años. He aquí, mi estimado, el primer contacto con el pasado que tiene el hombre.
Si pudiésemos poner nuestro ojo cerca de la estrella, la luz tardaría menos en llegar y observaríamos un pasado más reciente. Pero siempre que estemos en la Tierra, estaremos limitados por la velocidad con la que la información se transmite.
Ese problema fue solucionado con la interacción con taquiones. Un taquión recibe información de su entorno en algún rincón del universo que todavía no ha recibido nuestras ondas actuales, viaja a una velocidad superlumínica y con esta máquina captamos esa información y la traducimos en impulsos eléctricos que luego serán imagen y sonido. Fui idea tuya, mi estimado, la de hacer de la máquina una antena de taquiones."

- No entiendo - dije con una sonrisa. Fred pareció desilusionarse.
- No hay caso, un técnico nunca comprenderá una explicación.

Decidimos que era demasiado por un día, me llevó a los dormitorios de la facultad. Un recinto atestado de chicos cargando libros y cuadernos de un lado para otro. Con algún que otro alma pérdida contemplando una ventana con una mirada lánguida.
Me ofreció una cama en la misma habitación donde el dormía. Ningún estudiante quería compartir habitación con un profesor así que tenía una cama extra. Por un momento me pregunté por que ningún profesor dormía con él, pero supuse que a ningún profesor le gustaría compartir nada con un estudiante.
Esa noche apenas pude dormir. Había sido un día revelador. Tuve un recuerdo detallado luego de ver una foto y tenía a mi alcance una máquina capaz de ver el pasado. Era mi oportunidad de saber que pasó. Sea como fuere, tenía que reparar la máquina.

Pasé los siguientes días en el laboratorio, vigilado muy de cerca por Fred, familiarizándome con todo lo que tenía a mi alcance. Decidí que era hora de abrir la máquina. Me sentía un poco molesto, la atenta mirada de Fred me carcomía. "¿Por qué no me deja trabajar en paz?" pensé.
- ¿Estás seguro de lo que haces, Telline? - preguntó un Fred tan expectante como un niño al que le están inflando un globo.
- ¡Ya deja de molestar! ¿Por qué no vas a resolver una integral o algo así? - le grité súbitamente, un instante después me calmé. -Mira... Fred, estoy un poco cansado. Disculpa. Me pones muy nervioso ahí parado.
Mas ya era tarde para disculpas, se alejó y se sentó en el escritorio con ojos entrecerrados, visiblemente ofendido. Continué trabajando mas ese día tampoco llegué a una solución.
Días después tuve otros arranques esporádicos de furia que luego no podía explicar.

"Si quisiera inhabilitar una máquina de modo que un excéntrico físico teórico, valga la redundancia, no la pueda reparar, ¿Que haría?" pensé. Quedé meditando un instante y luego sonreí. Seguí el cable de alimentación hasta la máquina y saqué una tapa que cubría el circuito. Entonces solté una carcajada. Fred corrió hacia mi y me preguntó que ocurría.
- Lo tengo,
mi estimado- dije irónicamente - Con esto debería funcionar.
- ¿Qué? ¿Qué es?¿Que tenía? - preguntó apresurado.
Podría haberle respondido que pensé como descolocar a un hombre que le teme a un cable, que abrí la tapa del circuito de alimentación y encontré un cable desconectado, pero no quería herir su orgullo. Así que solo respondí:
- Problemas de circuitería...

La cruda verdad no se debe ver...

Encendí la máquina y las lámparas disminuyeron su intensidad para luego restablecerse.
Apareció un cartel: "Ingrese coordenadas: " y unos espacios en blanco. Fred me dictó las coordenadas de la universidad y yo las introduje con el teclado numérico.
Apareció en la pantalla la imagen de la universidad, el ojo estaba a decenas de metros de altura y se podía ver todo el campus y los barrios vecinos. Fred gritó de alegría y yo me levanté con el corazón acelerado.
- Funciona... - susurré a mis adentros esbozando una amplia sonrisa.

Comenzamos a manipular las coordenadas obteniendo hermosas imágenes actuales. Cambiando las coordenadas con un paso sensible parecíamos tener control de una cámara de TV móvil.
Ajustando parámetros conseguimos ver las primeras imágenes del pasado. Unos pocos segundos la primera vez y luego varios minutos.
Recorrimos los paisajes mas hermosos desde el Atacama hasta el Everest, observando atardeceres una y otra vez. Salimos de la naturaleza y fuimos a las temibles ciudades. Mujeres escasas de ropa caminaban por las playas para nuestro deleite. Pero habría tiempo para voyeurismo después.
Nos adentramos en la ciudad y encontramos una muchedumbre alrededor de una casa, algunos policías caminaban por el jardín mientras otro colgaba entre dos postes una cinta con la leyenda"Escena del crimen, no pasar". Llevados por la curiosidad y sin los límites físicos de una cinta de plástico, entramos en la casa. Varios policías caminaban de un lado a otro y algunos conversaban en grupo, siempre en el medio de algún pasillo estorbando el paso. Un hombre sin uniforme entró a una habitación y le seguimos. Un charco de sangre se extendía por el suelo y sobre la cama yacía un cuerpo, o al menos eso parecía ser, pues estaba tan destrozado que solo la ausencia de vello excesivo nos hizo creer que se trataba de una mujer.
Sentí nauseas y un súbito mareo. Fred pareció ponerse pálido.
- ¿Cuánto hace que ocurrió? - Preguntó la persona sin uniforme, quien supusimos se trataba de un investigador. Un hombre, de unos cuarenta años y vestido con una bata blanca contestó:
- Por la temperatura del cuerpo yo diría que unas 14 horas, ocurrió en algún momento entre las 11 de la noche y las 3 de la mañana. Que fue la hora en que su marido afirmó haber salido.
- El quinto caso en un mes... - Dijo el investiador - Y ese maldito loco sigue suelto.
- Es todo un profesional - Respondió el hombre de bata, mientras movía algo que parecía ser un brazo.
No pude contener más y apagué la máquina. La escena era horrible, hacían bien en restringir el acceso. Me disponía a levantarme cuando sentí la mano de Fred en mi hombro. Lo miré y con un tono totalmente serio e indiferente dijo:
- Reajusta las coordenadas de los taquiones. Once de la noche del día anterior.
- ¿Estás loco? - grité - No quiero ver un asesinato, no es un espectáculo del viejo oeste Fred, ¿No viste como quedó esa mujer?.
- Calla... - prosiguió en un tono inmutable - Tenemos que ver quien fue y dar aviso a la policía.
Lo dudé un instante y luego puse mis manos sobre el teclado numérico. No iba a mostrarme sensible frente a Fred.

20 de Noviembre de 2006 - 11:35 PM
Un hombre de unos 30 años de edad se acercó sigilosamente a una ventana y observó a una mujer en el interior de la casa sentada en un sofá mientras cambiaba de canal. Se dirigió a la puerta principal y sacó del bolsillo de su sobretodo dos pequeñas pinzas. Se agachó frente al picaporte de la puerta y con una habilidad digna de un mago, introdujo las pinzas en la cerradura hasta que escuchó un particular "clic". Se levantó y abrió la puerta con elegancia. Solo un sismógrafo de precisión habría podido detectar los pasos de este deslizante hombre.
Llegó hasta el sofá y se paró detrás de ella. La agarró por detrás sin darle tiempo a reaccionar. Pataleó y manoteó con desesperación mientras el hombre le presionaba el cuello con fuerza. Momentos después ella se desmayaba y él la arrastró hasta la habitación. Le quitó la ropa con la delicadeza de un caballero, y antes de quitarla la ropa interior buscó nuevamente entre sus bolsillos para sacar un cuchillo.
No sabía que la sangre podía saltar tan lejos. Ni que un hombre con semejante inteligencia pudiera cometer tal atrocidad. La degolló y luego cortó sus brazos como si fueran rebanadas de pan. Ese cuchillo ha de haber estado muy afilado. Esparció la sangre por toda la habitación y finalmente se fue. Sin dejar rastros. Ajusté las coordenadas y bajo la atenta mirada de Fred, seguimos al hombre fuera de la casa, caminaba con una naturalidad escalofriante. Se subió a un auto y manejó un par de kilómetros hasta el centro de la ciudad. Llegó a un departamento y vimos lo que parecía ser la morada de un sicópata. Diarios viejos empapelando las paredes, algunas botellas de lo que parecía ser whisky tiradas en el suelo derramadas sobre la alfombra, y sobre la mesa, una jeringas y una liga. Parecía haber sido usada hace no mucho tiempo.

Apagué la máquina y miré a Fred.
-Es un mundo terrible... - Alcancé a decir.
Fred permaneció en silencio.
Cerramos el laboratorio y fuimos directamente a los laboratorios, ninguno de los dos tenía hambre. Esa noche no pude dormir, y tampoco creo que Fred lo haya hecho.

No avisamos a nadie del incidente, ni de lo que sabíamos. No sabíamos que decir ni como explicarlo. Durante una semana no pisamos el laboratorio. Con el correr de los días mi ánimo fue mejorando, solo perturbado por mi creciente curiosidad. Seguía pensando que tenía la oportunidad de saber.

...ni tampoco saber.

Un día Lunes, luego de un tranquilo fin de semana, regresamos al laboratorio, esta vez con un plan de trabajo. Fred tenía fechas y lugares anotados en una pequeña libreta.
Comencé a ingresar las coordenadas.

16 de Julio de 1945 - Nuevo Mexico - Estados Unidos
Un grupo de científicos esperaban ansiosos en el balcón de un edificio aislado en medio del desierto. Habían ocho, no siete como lo recordaba la historia. Todos mirando atentamente el horizonte con miradas serenas y expectantes. Un relámpago seguido de un ensordecedor estruendo desató la algarabía de los ocho. Uno de ellos dio media vuelta y dejó caer unos papeles. Fred me explicó que observando el movimiento de los papelitos este hombre estimó la fuerza destructiva de la bomba atómica. Minutos después los ocho se estrecharon la mano. El octavo, a quien Fred no pudo reconocer, se apoyó en la baranda y quedó contemplando el horizonte, los otros siete se disponían a bajar y le llamaron. Este dio media vuelta y contestó:
- La humanidad no está lista para el control de la tecnología nuclear y no quiero ser responsable de su autodestrucción.
Los otros siete permanecieron en silencio hasta que uno de ellos rompió el hielo con algun comentario que yo no entendí pero que le sacó una sonrisa a Fred.
Fred me insistió que siguiera a este octavo durante varias horas.
Al día siguiente un camión con soldados del ejército llegó al lugar, se pudo observar una discusión entre este octavo científico y un oficial de alto rango que ostentaba varias estrellas en sus hombros. Minutos después dos soldados lo escoltaron hasta el camión. Antes de que el oficial subiera, se detuvo ante los otros siete y preguntó:
-¿Están seguros que pueden continuar?
- Sí - contestaron todos al unísono. Y a continuación el oficial subió al camión.
Diez kilómetros habían recorrido cuando el vehículo se detuvo, sacaron al científico y le dispararon tres veces en la cabeza.

Sentí una punzada en la cabeza. "La humanidad no está lista..." pensé.
Fred no pareció inmutarse, solo tomaba notas.
Intenté borrar esa idea de mi cabeza y me volví hacia Fred.
- Dime Fred, si podemos ver el pasado, ¿Por qué no el futuro?
- Pero que pregunta mas tonta.. - respondió Fred sin levantar la vista.
- ¿Por qué? - Insistí.
Fred levantó la vista y con un tono indiferente, como si ya me lo hubiera explicado muchas veces, respondió:
- ¿Cómo diablos planeas interactuar con un taquión que aún no ha sido creado? - dijo Fred en un tono soberbio, y volvió a su pequeño cuadernito. No entendí exactamente que quiso decir.

Pasaban los días y Fred llenaba cuadernos, (aunque el papelero tenía igual cantidad de hojas porque arrancaba la mitad de ellas). Pero yo no me sentía mejor, apenas podía dormir por las noches y la incertidumbre me perforaba el pecho. Era testigo de los eventos perturbadores.

20 de Agosto de 1347 - Marsella- Francia.
Un barco llegó al puerto después de varias semanas en las que había permanecido desierto. Dos mujeres que caminaban con gastadas ropas llevando canastas lo avistaron. Corrieron hacia el muelle para escuchar las noticias que traían del este. Cuando ellas llegaron un hombre bajaba del barco por una pasarela improvisada. Se dirigió hacia ellas, intentó dar unos pasos y cayó.
Oh, il est tombe! Mais, qu'est-ce qu'il a?
[Oh, ha caído! ¿Pero que le ocurre?]
Saint vierge! Au secours!
[¡Virgen Santa! ¡Ayuda!]
Venez! Venez! Venez!
[¡Ven! ¡Ven! ¡Ven!]
C'est la peste! C'est la peste!
[¡Es la peste! ¡Es la peste!]
Sauve qui peut! Sauve qui peut!
[¡Sálvese quien pueda! ¡Sálvese quien pueda!]
Veinticinco millones de personas murieron en Europa a causa de la peste negra. No todos de una manera tan pacífica, sino que agonizaron mientras veían morir a los miembros de su familia.

Comencé a temblar. No podía resistirlo más. Demasiado terror, demasiado horror. Apenas podía controlar el ojo, esa sensación había crecido dentro mío y estaba en todo el cuerpo. La oscuridad se cernía sobre mi cabeza cuando oí una voz.
- ¿Abel?
- Dime.. - contesté. El temblor cesó. No me iba a mostrar débil frente a Fred.
- ¿Estás bien?
- De maravillas. Seguramente mejor que toda esa gente.... - dije con una voz melancólica.
-¿Qué pasa? - Preguntó Fred en un tono serio.
- Todo ocurre una y otra vez...
- ¡Abel!
Cerré los ojos y a los cinco segundos los volví a abrir, respiré profundamente y continué con el trabajo ignorando el llamado de Fred.

El reinicio del tiempo

A la incertidumbre se le agregaban temblores. No podía entender como la humanidad volvía a repetir sus errores. Los arranques neuróticos se volvieron mas frecuentes e intensos. No parecía que eso iba a cambiar.
Sorpresa fue la mía cuando Fred me invitó una cerveza, no íbamos a un bar desde el día que llegué a la universidad.
- ¿Qué es lo que tanto te molesta? - me preguntó mientras el mozo servía la cerveza.
Me negué a responder. Comenzó un jugueteo de "Nada, no me pasa nada", seguida de insistentes preguntas y una declaración de amistad. "Puedes confiar en mi", dijo Fred.
Entonces me harté de falsedad y comencé:
- Cambian peste por cáncer y diabetes. En la edad media los cruzados arrasaban con pueblos enteros. Hoy matan niños palestinos sin remordimiento. Envenenan pueblos enteros y el mundo los ve morir de hambre sin hacer nada.
Fred apenas dijo una palabra. Me escuchó atentamente todo lo que tenía para decir y cuando terminé solo dijo:
- Cuidado Abel, no te veía así desde antes del accidente.

Comencé a hacerme mas preguntas de las que podía responder. Me quedaba noches enteras en el laboratorio analizando imágenes del pasado, buscando eventos que los libros no hayan registrado.
Me pregunté como un ser supremo dejaría que la humanidad se autodestruya.
Comencé a hacerme preguntas de filosofía y religión. Calibré la máquina y fui a épocas remotas de la edad antigua.

Un grupo de palestinos y hebreos huía de de la ciudad guiados por un hombre de barba y bastón. Llegaron a orillas del Mar Rojo y coincidentemente las aguas se retiraron dejando solamente agua estancada en ciertas depresiones y un precioso camino de arena entre dos aguas. El hombre de barba ordenó a su gente a adentrarse en el mar, transitable a pie desde que las aguas se habían retirado. Lograron cruzar justo antes que un evidente y anunciado maremoto barra con sus perseguidores.

Un hombre de baja estatura arrojándole una piedra a un alto y corpulento guerrero que portaba una espada, con tal suerte que la piedra le pegó en un punto exacto de la cabeza causándole la muerte.
"En un punto exacto de la cabeza", pensé. Recordando lo que me causó la amnesia.
Ninguna evidencia encontrada descartaba la hipótesis de un creador.

Lo había decidido, tenía que saber que había ocurrido conmigo antes del... accidente.
Introduje las coordenadas para 4 meses luz de distancia, y traje la información de taquiones de lo que ocurrió hace 4 meses en este laboratorio, en una fecha que Fred me dio de la última vez que vio la máquina funcionar.

30 de Setiembre de 2006 - 10:35 PM
Abel Telline sacaba algunas herramientas de un pequeño bolso mientras miraba hacia la puerta como si temiera que alguien entrase. Sacó un par de destornilladores y una pinza de fuerza y se dirigió hacia la máquina. Se agachó sobre la fuente de alimentación y tras unos minutos de trabajo. Soltó la pinza con gesto de satisfacción. Se levantó, dio media vuelta y miró hacia el ojo, como si supiera que cualquier ente del futuro miraría desde ese punto de la habitación cualquier evento que ocurriese en el laboratorio.
Sonrió y se acercó hacia el ojo como un periodista acercándose a la cámara.
-La humanidad no está lista para el conocimiento absoluto de la historia y no quiero ser el responsable de su autodestrucción. Soy el único que sabe como reparar la máquina y siento la obligación científica de hacerlo. El vacío que siento dentro mio se ve inundado por dudas, demonios que me obligarán a develar el pasado tal como ocurrió. No puedo seguir luchando contra tales demonios y cualquiera que en un futuro consiga construir una máquina similar desmentirá mi cobardía.

Guardó las herramientas en el bolso y salió de la habitación.
Llegó al departamento, llamó por teléfono a un hotel y avisó que llegaría allá por la mañana. Fue hasta una mesa y recogió varias hojas que parecían borradores. El ojo se detuvo sobre esos papeles y se observaban croquis de lo que parecía ser un problema de física de caída libre. Un hombrecito dibujado con simpáticas lineas y crucesitas, una trayectoria parabólica y muchas variables físicas escritas a un costado. Velocidad final, momento de inercia con brazos estirados, número de vueltas. Finalmente, en la última hoja se podía ver un croquis de un cráneo con una gran equis marcando un punto específico detrás de la oreja derecha.

Con los ojos llorosos, pensé en voz alta " Lo tenía... todo planeado".
- Si - respondió una voz que me sobresaltó. Una silueta terrorífica aparecía sobre la puerta y encendió la la luz. Era Fred. - En realidad, yo hice los cálculos, me sorprende que realmente haya funcionado.
-Tu... tu lo sabías. Supiste todo desde el principio - dije, con una voz seria. Me había molestado bastante.
- Tranquilo Abel - dijo Fred con los brazos extendidos y las palmas hacia abajo. - Tu mismo me pediste que no te lo dijera.
Comencé a temblar, parecía una conspiración en mi contra. Primero Stacey y ahora Fred. Todos sabían que me pasó y nadie se animaba a decírmelo.
- ¿Qué es tan grave que no se atreven a contarme? - grité.
- ¡No sé! Nadie lo sabe, maldición. Nunca hablaste con nadie. Te volviste un neurótico, tal y como te estas volviendo ahora.
- Esa máquina vuelve loco a cualquiera...
- No, Abel. Solo es cuestión de saberlo manejar.
- ¿Saberlo manejar? ¿Cómo diablos te controlas cuando ves que la mitad de la historia que conoces es falsa? Cuando puedes ver absolutamente todo. ¡Todo! ¿No entiendes? No se trata solo de historia, astronomía, química, biología. Esta máquina no solo revoluciona la ciencia. Sino que revoluciona el mundo como lo conocemos. No conforme con los asesinatos explícitos ves cosas que no se pueden soportar.
- ¿Realmente temes a una máquina por el uso que se le pueda dar? ¡Pero que pensamiento tan aberrante! Vale, no hagamos cuchillos, ni tazas, ni siquiera recojamos piedras para construir nuestras casas. Venga. Ahora díme que no debería haberse desarrollado la tecnología nuclear.
-¡Medio millón de personas murieron en el primer ataque nuclear!
- ¡Y medio trillón será salvada gracias a la obtención de energía y la medicina nuclear!
- Nunca lo entenderás, ninguno de ustedes científicos, meros pensadores lineales, podría entenderlo.
- ¿Qué es lo que tanto temes?
- Imagina que miras hacia tu propio pasado. Mira la noche en que fuiste concebido por tus padres y darte cuenta que solo eres producto de un preservativo defectuoso. Ver las lágrimas que corrían por el rostro de tu madre cuando se enteró del embarazo. Imagina. Imagina, maldita sea. Que ves a tu esposa acostándose con tu mejor amigo. ¡Imaginalo! ¿Puedes resistirlo?
- Eso es la humanidad, Abel. Tienes que aprender a vivir con ella.
- ¡No! No quiero ser responsable de esta máquina. Siento la obligación moral de destruirla, pero... la obligación científica de mostrarla al mundo.
- Abel...
- No soy capaz de soportar esta guerra secreta entre estas dos partes de mi, Fred. No quiero que penda de mis manos el destino de la humanidad.
- El destino ya ha sido escrito, Abel.
- Ja, ¿Por quién? ¿Un ente supremo y creador?
- ¿Y por qué no?
- ¿Eres religioso, Fred?
- Creo en un ente supremo y creador, si eso me hace religioso, entonces lo soy.
-¿Crees acaso que todo el universo fue producto de un chasquido de Dios?
- Podríamos decir que dio el puntapié inicial...
- Bien, veamos con la máquina entonces.
- ¿Qué? Vamos Abel, ya es tarde y necesitas descansar, estas alterado.
- ¡No! Si realmente estas convencido que la suerte ya está echada, siéntate conmigo y veamos el inicio del tiempo.
- ¡Válgame Dios! Mira, grandísimo animal, si eso te hace feliz, adelante. Mira el pasado más remoto que un hombre pueda concebir, ve al inicio del tiempo.
Me senté en la máquina cargado de adrenalina y comencé a escribir las coordenadas. Simplemente puse. "Enfocar hacia el infinito". Quería ver los primeros taquiones que habían sido creados.

Una imagen de la Tierra tal como la conocemos hoy en día apareció en la pantalla. Un banco de nubes formaba un remolino en la zona del golfo de México y el clima parecía particularmente despejado en el resto de América Latina.
Entonces comenzó el conteo. Con la tierra en perspectiva comenzó a retroceder el tiempo.
Las nubes aparecían y desaparecían y se podía observar como cambiaba de color la superficie terrestre, algunas montañas parecían desaparecer y los continentes parecían moverse. Al cabo de un minuto los continentes ya se habían fundido en dos grandes masas de tierra. Gondwana y Laurasia continuaron moviéndose hasta formar la archiconocida Pangea.
Pero el tiempo siguió retrocediendo, la temperatura comenzó a aumentar y las aguas se evaporaron. Toda la Tierra dejó de ser un planeta y se observó una nube de gas girando sobre si misma. Finalmente la Tierra perdía su identidad cuando los gases volvieron al joven Sol de tan solo unos pocos millones de años de edad.
El sol pareció calentarse y las estrellas tendían contraerse para formar un solo gran cúmulo estelar. Finalmente todo el universo conocido se aglomeraba en unos pocos años de luz cúbicos.

- Allí - Gritó Fred.

15.000.000.000 A.C.
Una bola de luz comenzaba a expanderse a una velocidad inconmesurable y formaría pronto las primeras estrellas.

- ¿Contento?- exclamó Fred. Por un momento quedé con la mirada fija en la pantalla. Finalmente reaccioné.
- ¿Y si vamos antes?
- ¿Qué?
- Antes. Digamos unos 16 mil millones de años antes de cristo.
- ¿Cómo diablos vas a ver algo antes de la creación del universo?
Ignorando la pregunta de Fred introduje las coordenadas. Busqué interactuar con taquión fuera del universo, de modo que aún no le haya llegado la luz de la creación.

16.000.000.000 A.C.
Oscuridad. Nada más que oscuridad. A donde quiera que el ojo apuntara, solo se veía una imagen negra.

- Listo - Dije sonriendo - Estamos viendo la historia antes del tiempo.
- Hay algo muy extraño en todo esto... - dijo Fred.
- ¿Qué será, mi estimado científico? - pregunté con sarcasmo
- Antes del tiempo no había nada.
- Si, en efecto eso vemos.
- Y si no hay nada... ¿Con qué diablos están interactuando los taquiones?
Fruncí el ceño y entrecerré los ojos, la pregunta era de más interesante. Comencé a pensar en ello pero me interrumpió el grito de horror de Fred.
- ¿Te das cuenta lo que hemos hecho?
- ¿Qué?- contesté gritando.
- Antes del tiempo no había nada, y nosotros acabamos de introducir una perturbación en ese estado de entropía cero.
- ¿Y eso que significa...?

Pero antes que pueda acabar la pregunta, un resplandor encandilante iluminó toda la pantalla. El estado de equilibrio absoluto había sido destruido y el universo acababa de ser creado.

Sentí un súbito mareo y miré la fecha al lado de la coordenadas. Decía 15.000.000.000 AC. El universo había sido creado quince mil millones de años antes y nosotros fuimos parte de esa creación. Nunca lo hubiésemos notado si no fuera por el intenso dolor de cabeza. Y hubiera sido mejor que nunca nos hubiésemos dado cuenta que acababamos de reiniciar el tiempo mil millones de años antes.

Incertidumbre. Dulce incertidumbre.

Dejé de ir al laboratorio. Me la pasaba encerrado en la habitación saliendo solo cuando la sed me vencía, tenía una barba de varios días y apenas comía. Finalmente supe que me pasó. Finalmente tuve acceso a toda la historia, pero ni así supe realmente quien era yo. Fred tenía razón. Me había transformado en un neurótico, creo que se alegró de no verme de nuevo por el laboratorio luego de mi amenaza de destruir la máquina. No, nunca me dejaría hacerlo. Seguro ha tomado precauciones esta vez.

En un esfuerzo por callar las voces que me aturdían, salí de la habitación y fui a la biblioteca. El blbliotecario como siempre se alegró de verme, pero notaba en sus ojos la compasión. "No necesito su maldita compasión", pensé. Asi que opté por ir al catálogo. Cuando abrí el índice aparecieron varios títulos con la letra A. Me llamó la atención uno titulado "Atlas del cuerpo humano", con un gigantesco craneo en la portada.
Entonces sentí una súbita sensación de júbilo. Busqué en la enciclopedia médica referencias sobre neurología y traumas severos. Encontré rápidamente el tema que estaba buscando.
"Amensia psicógena". Vi el mapa de un cerebro típico con la señalización de la zona dañada. Imprimí un croquis del cráneo y comencé a marcar trayectorias y diagramas de fuerzas.
Reduje un cúmulo de fuerzas a un solo punto y resultó exactamente donde esperaba.

Recordaba las palabras de un médico jóven y alto con una típica bata blanca:
"
tuvo la mala suerte de haber golpeado en el único punto de la cabeza que puede causar una lesión en la región de memoria del cerebelo"

Esa tarde fui a buscar a Fred en el laboratorio, le mostré el croquis y lo analizó profundamente, hizo unos cálculos sobre una servilleta. (¿Los físicos siempre son tan desordenados?) y luego me miró.
- ¿Estás seguro? - me preguntó con seriedad. - ¿Y si vuelves a sentir la necesidad de saber?
Creí que iba a dudar en contestar, pensé en Stacey, en lo mal que la traté, en toda la gente que tan bien me había atendido cuando no recordaba nada. Pensé en Fred y cuanto me había ayudado. Hasta podría haberlo pensado dos veces.
Pero inmediatamente recordaba el terror, el horror y la destrucción que había visto. Entonces sentía como si Thor descargará su martillo sobre mi pecho y una voz sepulcral me susurraba al oído "Sufrimiento...".
- Si, estoy seguro. Una mente tan débil como la mía no estaba lista para conocer la historia tal y como pasó. Y estoy seguro que la gran mayoría estará igual que yo. Ya no puedo vivir en paz, ante mis ojos se ha forjado un filtro de fatalidad. Nunca creí que diría esto pero, estaré mejor sin saber.
- Si eso te hace sentir mejor Abel, lo haremos. ¿Cuándo quieres hacerlo?
- Esta noche, en el Hotel Delta.
- Tu y tus simbólicos gestos... vale, nos veremos en el hotel. ¿Tienes el martillo?
- Tengo todo lo necesario...
Me di vuelta y me disponía a volver a la habitación, pero me detuve en el umbral de la puerta. Me volví hacia Fred y dije:
-Si me ves por aqui de nuevo haciendo preguntas, mienteme algo bonito. ¿Si?
-De acuerdo - respondió con serenidad.

Recogí las cosas en el bolso, excepto las que me daban un indicio de quien era yo, y me fui al hotel.
El recepcionista me atendió muy bien. Todavía se acordaba de mi. Entonces fui a la habitación, cerré las cortinas y allí me quedé hasta la noche.


Estaba muy ansioso esperando a Fred.. Sabía que era la última tarde en la que sería conciente de lo que ocurría. Me senté en el sillón e intenté encender el televisor pero el control remoto no funcionaba. Me levanté frustrado y encontré un cuaderno y un lápiz en la mesita del teléfono.
Los tomé estudiándolos, como si dudase que hacer con ellos. Finalmente decidí que hacer para matar el tiempo.
Me senté en la mesa y abrí el cuaderno en la tercera carilla. Entonces con mi letra improlija característica comencé a escribir:

"Lo primero que recuerdo es haber abierto los ojos y haber encontrado una mujer al pie de la cama leyendo, tenía la mirada perdida como si no estuviera prestando atención a la revista.
Intenté moverme pero me sentí muy débil, apenas logré correr un poco la sabana...."

"... y en un atentado contra mi orgullo, tengo que decir que Fred tenía razón. La máquina no era el problema, solo había que saber manejar la historia cruda y sin catedráticos de por medio que la expresen de la manera que más les convenga. Pero sigo convencido que gran parte de población mundial, reaccionará igual que yo. Sigo convencido que no estamos listos para una verdad absoluta. Si queremos seguir con esa falsa esperanza que reina todos los días en nuestras vidas, necesitamos un mundo de mentiras. Aquél en el que solo el beneficio de la duda nos mantiene serenos y luchadores. Podría escribir eternamente, pero están golpeando la puerta de la habitación, debe ser Fred. Finalmente esta agonía terminará pronto."



miércoles, julio 12, 2006

El sol hace algo más que alumbrar

Alguna vez te despertaste una mañana con la luz del sol entrando por tu ventana?
Ese día fue uno de esos días.
Lo admito, era casi el mediodía, pero ¡Hey!¡Había tenido una mala noche!
Lentamente corrí la cortina y contemplé el hermoso dia soleado. Extraño clima para ser invierno, pero se ajustaba perfectamente a mi humor. Supongo que mi humor es todo lo que me quedaba...

Tomé un lindo desayuno, algunas nueces y leche de soja para mantenerme activo. El día se me antojaba lindo para salir a correr. Y fue así como así que abrí la puerta de la calle y salí de mi casa vestido con una camiseta y los mismos pantalones con los que dormí. Era un bonito día para correr.

Diez minutos despúes llegué a la plaza principal. Y fue allí donde sucedió.
Las señoras caminaban en grupo de un modo muy chistoso, "footing" le decían. Jóvenes parejas sentadas juntas abrazándose y besandose me recordaban a los viejos tiempos. Solo atiné a sonreir.

Mi ánimo no podía ser mejor, y así como así, comencé a correr.
Era una sensación increible, esquivando cagadas de perros y pasando a las señoras que había visto antes.
Ojala esa sensación hubiera durado más tiempo...

Pero no lo hizo. Diez minutos despúes sentí un grandísimo dolor en la boca del estómago.
Apenas pude completar una vuelta a la plaza y tuve que parar. Me sentír repentinamente mareado y todo comenzo a dar vueltas. Me hubiera caído si no me agarraba del poste de luz.
Comencé a respirar rápidamente. Este maldito dolor estaba ahora en mi pecho.
Levanté mi cabeza solo para ver a ávidos jóvenes corriendo por la plaza a una velocidad que yo solo podría imaginar. Supongo que ya no tenía 20 años...

Pero no fue eso lo que me termino de destruir....

Uno de los muchachos se detuvo y corrió hacia mi, abrio sus ojos de par en par y tímidamente dijo... "¿Señor, está usted bien?"
Iba a insultar y gritar juramentos a su madre por esa pregunta tonta.¡Por supuesto que no estaba bien!. De todos modos, no tenía energías para insultar a su pobre madre.
Lo miré directo a los ojos e intenté decir algo pero no pude. La voz no me salía del pecho. Estaba muy cansado, el dolor me estaba matando y el mundo seguía dando vueltas.
No podía soportarlo más, solté el poste y caí en el cesped.

"Llegó la hora", pensé.

El sol brillaba alto en el cielo, debía ser ya mediodía. Aún podía escuchar las risas de los niños jugando a lo lejos.
Si, era un lindo día para morir.

¡Alguién! ¡Ayuda! ¡Llamen a una ambulancia!!
¡Dios mio!! ¡¿Qué pasó aqui?!
¡No lo sé! Dejó de correr y...

Murmullos, nada más que murmullos...

¡Señor! ¡Señor!
¡¿Puede oirme?!

¿Señor?

...

Ninguna respuesta. No podía contestar. Ni squiera estaba despierto, tal vez fue solo un mal sueño. Si, iba a despertar en cualquier momento. Veía una luz, ¿Era el sol? Era una luz brillante. Quería ir hacia ella pero no podía. Todavía estaba caído en el suelo.

Finalmente desperté.¿Estaba en casa? El sol entraba muy brillante por la ventana ¿Alguién se había llevado las cortinas? No, no estaba en casa.
Tenía un terrible dolor de cabeza y no podía mover los brazos. Tenía estos... tubos saliendo de ellos. ¿Estaba en el hospital? ¡Chico!¡Que dolor de cabeza! ¿Qué pasó?

Parece que no había sido un mal sueño despúes de todo. Le llamaban paro cardíaco. Supongo que ya no tenía 20 años...

En los siguientes días estuve postrado en la cama, solo caminaba hasta el baño y a veces aprovechaba para quedarme viendo por la ventana. Eran unos hermosos días soleados.
Un día llegó el médico y me dijo que ya estaba bien, pero que tenía problemas cardíacos. Me dijo que ya no podía correr. Le dije que hacía años que yo no salía a correr. Me preguntó porque fui ese día.
... no supe responderle.
De todos modos no le importó. Simplemente me mandó a casa con unas pastillas, que todavía estoy tomando.

Salí del hospital y tomé un taxi. Irónico fue cuando el taxi eligió ir a mi casa cruzando la dichosa plaza. Entonces lo ví de nuevo. Los niños seguían jugando, las mujeres seguían caminando y los jóvenes seguían corriendo... pero yo no estaba allí.
Ya no tenía 20 años y tenía que empezar a vivir con ello.

Era un día soleado, extraño clima para ser invierno. Simplemente continué mirando a través de la ventana del taxi.

Si... es un lindo día para morir.

"¿Qué?" dijo el taxista, o tal vez eso es lo que quiso decir en el extraño idioma que hablan los taxistas...

sábado, junio 03, 2006

Un pequeño detalle

Disculpen si repito demasiado las cosas, pero es que no acostumbro a escribir, El me dijo que lo hiciera. Asi tal vez, cuando sea mi turno, sepa que hacer.

Abrí un ojo. No sabía si era de día o de noche.
Un instante despúes reparé en la luz del crepúsculo apenas entraba por mi ventana. Habrían de ser las 6 de la tarde.
Giré un poco mi cabeza, pero tenía demasiado sueño.
Los minutos me habrán parecido segundos. ¿ Quién no ha sentido alguna vez que el tiempo marcha muy rápido ni bien se despierta uno? Los que llegan tarde al trabajo, seguramente estarán de acuerdo conmigo.

Pero me estoy desviando de la historia, aún tenía demasiado sueño. Sentía microsueños (¿O eran nanosueños?). No me pregunten como lo sé. Simplemente sentía la sensación de estar en dos mundos al mismo tiempo.

Hacía semanas que no podía dormir una buena siesta como lo había hecho ese día.

Volvía a despertarme, giraba un poco la cabeza y nuevamente estaba dormido. No escuchaba sonido alguno proveniente del exterior. Tan solo escuchaba mi voz. Tampoco me molestaba la tenue luz.
Disculpen si repito demasiado las cosas, pero es que no acostumbro a escribir, El me dijo que lo hiciera. Asi tal vez cuando sea mi turno, sepa que decir.

Pero nuevamente estoy hablando sin explicar lo suficiente, él es yo. (¿O yo soy él?). En realidad no sabría la diferencia porque, en ese momento, en la interfase entre el mundo real y el mundo de los sueños solo podía escuchar mi voz.

Me despertaba constantemente, nunca sabré si fueron minutos o segundos. Pero la situación comenzaba a aburrirme. Retomé el pensamiento que tenía antes de dormir, y me pregunté a mi mismo, si es que ya había resuelto algo.

El problema en cuestión trataba de diplomacia. Verán, trabajo en una oficina de una empresa de telecomunicaciones. Recientemente fui nombrado supervisor de la planta. Supongo que hice los méritos para obtener ese privilegio, aunque muchos me envidien y digan cualquier cosa.
Mi nuevo jefe era un antiguo conocido de la universidad. No eramos muy amigos, pero al menos ya nos conocíamos. Pensé que ibamos a tener una excelente relación y me sentí agradecido de poder trabajar en un ámbito así.
Lamentablemente, mi jefe pareció haberme olvidado hace tiempo. Reclamaba todo el tiempo, aún las cosas que si hacíamos bien.
No fue difícil investigar el motivo de su carácter agrio. Era alcohólico, toda la oficina lo comentaba. Dicen que bebía en horas de trabajo.



Volví a girar la cabeza en mi cama, "Tengo que denunciarlo.... no tiene capacidad de liderazo... llevará la oficina a pique...". Sabía lo que tenía que hacer, pero no sabía como hacerlo.
Un paso en falso y me quedaba sin trabajo.
Otro paso en falso y podía arruinar la vida de un pobre alcohólico.

Tal vez ustedes sintieron esa sensación de incertidumbre alguna vez, revolcándose en su cama deseando encontrar una solución.
Bueno, en ese momento me sentía así, desesperado.

Me pregunté si serían las 6 y media, las 7 o más. No, no podía ser más tarde, todavía se notaba la tenue luz del crepúsculo.
Dormité una vez más, y entonces fue cuando pasó...
- Si, lo voy a hacer, lo denunciaré. Iré a su oficina y le acusaré de negligencia presentando la débida queja al gerente.
Me sentí feliz, me había decidido y afrontaría las consencuecias con honor y orgullo.
- No seas estupido... no vayas de frente.
- ¿Qué?¿Por qué?
No sé quien era o que era lo que me hablaba, pues solo escuchaba mi voz.
- Corres con desventaja, eres un subordinado, negará todos los cargos y nadie te apoyará. ¿O es que tienes pruebas concretas?
- Bueno, no. Pero no puedo dejar que siga asi. No lo soporto más ¡No es ético!
- Tal vez sea lo más ético, lo correcto. Lo que cualquier padre te diría que hagas. Pero piensa en como hacerlo para que quedes bien parado.
- Pero.... sí debería quedar bien parado.
- No seas tonto. Mira. Lo que tienes que hacer es ir a su oficina, y saludarle, ofrecerte para algun trabajo que tenga pendiente y quedarte alli conversando.

Pero me pareció muy extraño, tenía mi propia voz. Tenía que saber si era producto de mi imaginación o mi incapacidad para distinguir entre el sueño y la realidad
- ¿Tienes mi voz?.
Lo sé, parece una pregunta desubicada, pero,¡Hey!, es mi historia, y asi fue como pasó.
- Si, Tengo tu voz... entonces cuando estes conversando.
- ¡Le saco el tema del alcohol!
- ¡No! Le preguntas como está.
- ¿Qué?
- Si, le preguntas como está. Es tal vez todo lo que necesita...

¡Wow! Que idea. Me advertía con claridad de los riesgos que corría si seguía el camino de la ética pura, ofreciendome una opción interesante pero arriesgada.
Entonces entendió mi desconcento (No me pregunten como, tal vez podía ver a través de mis labios)
- Mira, tal vez no logres solucionar nada, pero es lo mejor que puedes hacer arriesgarte a ser vapuleado.

- Tienes mi voz - Le repetí
- Si... pero volviendo al tema...
- ¿Como sabes todo esto? Es como si tu fueras yo - Le interrumpí
- ... como te decía...
- ¿Es que ya lo has vivido? ¿Eres yo? - Volví a interrumpirle
- ¡Mira! No tengo tiempo de explicartelo ahora. Ya vas a terminar de despertar asi que no me queda mucho tiempo. Antes de ir a acusar a tu jefe, deberías acercarte y preguntar como está. ¿Sabes qué? Algunas veces los problemas diplomáticos mas graves se solucionan tan solo mostrando interés en el otro.
- Es una buena idea...
- Bueno, creo que estas despertando.

Me dijo alguna que otra palabra que apenas entendí y repentinamente me sentí totalmente despierto.
El segundo parecía segundo. Y comenzaron los sonidos del mundo real.

Finalmente desperté, giré la cabeza y presioné el botón "light" de mi reloj despertador. Eran las 6 y media. Ahora si escuhaba los sonidos del exterior. Y dejé de escuchar mi voz. Pero seguía sin molestarme la tenue luz.
Disculpen si repito demasiado las cosas, pero es que no acostumbro a escribir, El me dijo que lo hiciera. Asi tal vez cuando sea mi turno, sepa que decirme a mi mismo.

¿Habrá sido mi subconciente? ¿O será algun tipo de psicosis?

Entonces esa misma tarde fui hasta la oficina, la secretaria se sorprendió de verme. Hacía tiempo que no iba por las tardes. Me dijo que el gerente estaba en su oficina, "descansando un poco". No era dificil darse cuenta lo que eso significaba.

Entré, lo saludé. Me sonrió y luego me devolvió el saludo. Parecía contento de verme.
Luego de una charla insípida sobre el clima y los resultados del fútbol, hice lo que EL me dijo que hiciera.
Le pregunté como estaba.
Me miró y respondió que estaba bien. Sabía que mentía. Entonces le volví a preguntar.
-Sinceramente... ¿Cómo estás? ¿Como te sientes?

Lo que pasó después puede resultar evidente, y hasta interesante para alguna que otra vieja chismosa. Pero prefiero preservar la dignidad de un hombre.
Si, comenzó a llorar y me contó como había perdido a su hijo en un accidente de tránsito. No había podido recuperarse y pensó encontrar apoyo en su trabajo.
Se emocionó. Dijo que siempre deseó que alguno de sus empleados le preguntara alguna vez como está. Que lo anime.
Pero era conciente que ese no era el trabajo de ellos. No tenían porque lidiar con un cuarentón deprimido.
Entonces había comenzado a beber.

Me sonrió, y finalmente dijo
-Gracias muchacho, ojala nos hubieramos conocido mejor en la universidad".

Quien fuera que EL haya sido, mi subconciente, algun transtorno de personalidad, o hasta un mensaje que yo mismo me mandase del futuro, le agradezco por el consejo que me dio.
Nunca hubiera pensado, que un pequeño detalle como preguntar "¿Cómo estás?" pudiera significar tanto.



jueves, abril 27, 2006

Romance de la Derivada y el Arco Tangente

...vale, vale. No lo he escrito yo, pero... ¿No es genial?
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Veraneaba una derivada enésima en un pequeño chalet situado en la recta del infinito del plano de Gauss, cuando conoció a un arcotangente simpatiquísimo y de espléndida representación gráfica, que ademas pertenecía a una de las mejores familias trigonométricas.

Enseguida notaron que tenían propiedades comunes. Un día, en casa de una parábola que había ido a pasar allí una temporada con sus ramas alejadas, se encontraron en un punto aislado de ambiente muy íntimo. Se dieron cuenta de que convergían hacia limites cuya diferencia era tan pequeña como se quisiera. Había nacido un romance. Acaramelados en un entorno de radio epsilon, se dijeron mil teoremas de amor.

Cuando el verano pasó, y las parábolas habían vuelto al origen, la derivada y el arcotangente eran novios. Entonces empezaron los largos paseos por las asíntotas siempre unidos por un punto común, los interminables desarrollos en serie bajo los conoides llorones del lago, las innumerables sesiones de proyección ortogonal.

Hasta fueron al circo, donde vieron a una troupe de funciones logarítmicas dar saltos infinitos en sus discontinuidades. En fin, lo que eternamente hacían los novios.

Durante un baile organizado por unas cartesianas, primas del arcotangente, la pareja pudo tener el mismo radio de curvatura en varios puntos. Las series melódicas eran de ritmos uniformemente crecientes y la pareja giraba entrelazada alrededor de un mismo punto doble. Del amor habia nacido la pasión. Enamorados locamente, sus gráficas coincidían en más y más puntos.

Con el beneficio de las ventas de unas fincas que tenía en el campo complejo el arcotangente compró un recinto cerrado en el plano de Riemann. En la decoración se gastó hasta el último infinitésimo. Adornó las paredes con unas tablas de potencias de "e" preciosas, puso varios cuartos de divisiones del término independiente que costaron una fortuna. Empapeló las habitaciones con las gráficas de las funciones más conocidas, y puso varios paraboloides de revolución chinos de los que surgían desarrollos tangenciales en flor. Y Bernoulli le prestó su lemniscata para adornar su salón durante los primeros días. Cuando todo estuvo preparado, el arcotangente se trasladó al punto impropio y contempló satisfecho su dominio de existencia. Varios dias después fue en busca de la derivada de orden n y cuando llevaban un rato charlando de variables arbitrarias, le espetó, sin más:

- ¿Por qué no vamos a tomar unos neperianos a mi apartamento? De paso lo conocerás, ha quedado monísimo.

Ella, que le quedaba muy poco para anularse, tras una breve disusión del resultado, aceptó.

El novio le enseñó su dominio y quedó integrada. Los neperianos y una música armónica simple, hicieron que entre sus puntos existiera una correspondencia unívoca. Unidos así, miraron al espacio euclídeo. Los astroides rutilaban en la bóveda de Viviany... Eran felices!

- ¿No sientes calor? -dijo ella.
- Yo sí. ¿Y tú?
- Yo también.
- Ponte en forma canónica, estarás más cómoda.

Entonces él le fue quitando constantes. Después de artificiosas operaciones la puso en paramétricas racionales...

- ¿Que haces? Me da verguenza... -dijo ella.
- Te amo, yo estoy inverso por tí... Dejame besarte la ordenada en el origen... No seas cruel... ven... Dividamos por un momento la nomenclatura ordinaria y tendamos juntos hacia el infinito...

El la acarició sus máximos y sus mínimos y ella se sintió descomponer en fracciones simples. (Las siguientes operaciones quedan a la imaginación del lector)

Al cabo de algún tiempo la derivada enésima perdió su periodicidad. Posteriores analisis algebraicos demostraron que su variable había quedado incrementada y su matriz era distinta de cero.

Ella le confesó a él, saliéndole los colores:

- Voy a ser primitiva de otra función.
Él respondió:
- Podríamos eliminar el parámetro elevando al cuadrado y restando.
- Eso es que ya no me quieres!
- No seas irracional, claro que te quiero. Nuestras ecuaciones formarán una superficie cerrada, confía en mí.

La boda se preparó en un tiempo diferencial de t, para no dar que hablar en el círculo de los 9 puntos. Los padrinos fueron el padre de la novia, un polinomio lineal de exponente entero, y la madre del novio, una asiroide de noble asíntota. La novia lucía coordenadas cilíndricas de Satung y velo de puntos imaginarios.

Ofició la ceremonia Cayley, auxiliado por Pascal y el nuncio S.S.nseñor Ricatti.

Hoy día el arcotangente tiene un buen puesto en una fábrica de series de Fourier, y ella cuida en casa de 5 lindos términos de menor grado, producto cartesiano de su amor.

sábado, marzo 25, 2006

La batalla más terrible

" Y llegó el día en que la Razón, el Intelecto y el Instinto se unieron para atacar la Fe...
tras mas de 2 años de intenso entranmiento, se han propuesto regresar y tomar venganza...
... llegó el día, en que la Fe tambalea al punto de perder la esperanza"

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2 años antes, el Instinto y la Razón desearon algo que la Fe les inhibía.

-Te digo que es antinatural. Una locura sin fundamento. Una ley ancestral que no se aplica en la actualidad.
- Si realmente fuera ancestral, deberían existir conflictos con la ciencia moderna. Vemos que no es así...
- De acuerdo, supongamos que el tomar lo que se desea cautive negativamente a una persona, pero supongamos que no llegamos a tomarlo, Simplemente nos acercamos cada vez mas cerca sin alcanzarlo
- ¿Por qué alguien haría eso?
- Venga, tienes que admitir que lo que realmente motiva es perseguir un deseo.
- Pero una vez obtenido...
- Una vez obtenido es un tema aparte, no lo discuto.
- ¿Perseguir sin alcanzarlo? Suena irresponsable.
- ¿Por qué? No causa daño alguno. Imagina tomar posiciones en función del tiempo y marcar una posición límite donde se encuentra el deseo. De tal modo que la función tenga una asíntota en ese punto. Asi pues te acercas al deseo con el correr del tiempo y nunca lo alcanzas.
- Suena lógico.
- Lo sé, es lógico, por eso me dispongo a ir hasta el deseo y volver.
- ¿Y por qué no lo haces?
- ¡Bah! La Fe nunca lo permitirá, ya sabes lo estricta que es. Por eso hablo contigo.
- Pero si tal como lo planteas no cometemos ninguna falta no debería haber ningun problema, deberías decirselo.
- No sé... Como que no me llevo muy bien con ella.
- Vale, no te preocupes, yo se lo preguntaré.
-¿De verdad?
- Si, lo haré.

Sin despedida alguna La Razón fue en busca de la Fe. Con una velocidad imperceptible a nivel mental, encontró a la Fe con los ojos cerrados. "¿Por qué nunca abre los ojos? Debería preguntarselo alguna vez".
Lo olvidó rápidamente, pues estaba muy emocionada, el instinto le había dado una explicación bastante buena y solo necesitaba la aprobación de la Fe.
Se dirigió a ella:

- Quiero intentar llegar al deseo- sin rodeos ni charlas inútiles, la Razón sabía que la Fe no perdía tiempo y era muy eficiente con sus palabras.
- Sabés que está prohibido.
- No, no quiero llegar a él. Solo quiero intentar hacerlo.
- ¿Por qué harías algo así? - La Fe sonrió.
- Realmente lo que motiva no es el alcanzar un Deseo, sino tan solo intentarlo, ¿No?.
- ¿De donde has sacado eso? - Inquirió la Fe. La Razón se ruborizó.
- El Instinto... él me planteó lo siguiente - Tras una breve explicación, idéntica a la que el Instinto le había ofrecido, la Razón explicó a la Fe como perseguir un deseo desde una perspectiva matemática.
- Solicito tu permiso para dejar que el Instinto persiga el deseo sin alcanzarlo.
- No te lo puedo conceder - Respondió sin dudarlo
- ¿Por qué?
- Es ilícito tanto para tí como para él hacerlo.
- ¿Por qué? Siempre has dicho que la acción de alcanzar el deseo es ilícito, ¡No hablo de alcanzarlo!
- Sabes que no tengo obligación de responder por qué.
El semblante de la razón cambió de excitación a tristeza. Era verdad. Había aceptado los dictámenes y principios que le habia dado la Fé en algun tiempo remoto que ya había olvidado.
- Por favor... siempre te he admirado por tu coherencia en lo concerniente a los actos para con los demás. La moral impecable y el progreso que significa seguirte donde quiera que me lleve.

La Fe sonrió. - Has crecido ya, no han habido muchos entres racionales que me hayan seguido desde tan jóvenes - La Razón se ruborizó. - Pero es la primera vez que realmente quieres saber por qué.
- Siento que cada vez comprendo mejor el mundo. Me has ayudado mucho en ello. Pero esto es algo que he deseado desde hace tiempo. Y ahora está alli, la oportunidad de sentir el placer. No estoy violando ninguna ley. ¿Por qué no puedo?
- Es verdad, cada vez comprendes más, pero no mejor. Aun si te lo respondiera, no lo entenderías- Dijo con una voz serena.
-¡¿Por qué?! - La Razón arqueó las cejas.
La Fe se encongió de hombros. "Es la primera vez que cuestiona un dictámen con tanta agresividad, está madurando y relacionando lo que sus sentidos le muestran. Llegará el día..."
Pero la Razón interrumpió los pensamientos de la Fe. Algo más calmada le tomó del hombro:
- Por favor, dimelo - insistió, ya con una voz más suave.

- Lo que planteas, es tomar una posición en función del tiempo y marcar una posición límite donde se encuentra el deseo. De tal modo que la función tenga una asíntota en ese punto. Asi pues te acercas al deseo con el correr del tiempo y nunca lo alcanzas.
- En efecto.
- El planteo es erróneo
- ¿Por qué?- Inquirió frunciendo el ceño
- Bajo ese concepto imaginas el deseo como una función determinista que tiene un mismo comportamiento a través del tiempo. Además, estás considerando que una persona reacciona de igual manera sin importar que tan cerca se encuentre del deseo.
- Si el objetivo es mantenerse alejado de él, no veo el error.
- En un nivel muy próximo a alcanzarlos, los deseos no se manejan con una función continua, sino que llega un punto en el cual una persona no puede acercarse más sin tomarlo. En ese nivel tan sútil, no se puede distinguir entre el deseo y la intención, pues el rango de la intención será tan grande que lo contendrá al deseo sin identificar su proximidad.
Para continuar el camino a través del tiempo se requiere dar un salto y cruzar la línea. En ese punto solo se puede identificar un "Hacer" y un "No hacer". Sencillo, ¿No?
Si le asignas un valor a la acción y otro a la inacción, obtienes que en esa escala, la función pierde el comportamiento que le asignaste y se transforma en una función impulso.

Durante un momento la Razón intento analizar la explicación, mas solo atinó a contestar - Entiendo la abstracción matemática, pero no comprendo su aplicación

- Te dije que no lo entenderías, aun te falta para comprender mejor - La Razón bajó la cabeza.
- Gracias... - dijo con sarcasmo. Dió media vuelta, miro de reojo a la Fe y pensó nuevamente "Nunca abre sus ojos... ¿Será que no puede ver?"

Luego de un intervalo atemporal, solo comprensible a nivel mental, la Razón volvió donde estaba el Instinto y le comunicó la sentencia dictada por la Fe.

- Es una estupidez! - Gritó el Instinto - Una concepción teórica que dista de la realidad. No somos animales, podemos controlar lo que hacemos.
- Segun la Fe. Al final terminaremos causando un daño sin darnos cuenta.
- Tonterías. El deseo está alli, esperándo. Te lo demostraré. Te demostraré a ti y a la Fe que puedo ir hasta el deseo y volver sin tomarlo.
- Nunca lo permitirá.
- No necesito su permiso.
- ¡No te dejaré ir contra la Fe!
El Instinto sonrió. - Tampoco necesito tu permiso.
- Soy la Razón, y te lo puedo ordenar - se paró frente al Instinto impidiéndole el paso.

El Instinto extendió su mano y con un movimiento de sus dedos, como si invocaraun hechizo, la Razón cayó de rodillas estremeciendose de dolor.
- Algun día controlarás este recinto. Serás el ordenador. Pero aún no eres nada - Dio media vuelta y se alejó rápidamente. Se detuvo en el umbral de la dimensión atemporal que la mente había creado. Miró por última vez a la Razón tomándose el pecho, agitada por el impacto que acababa de recibir, entró al umbral murmurando algunas palabras. La Razón solo pudo escuchar "Llegará el día..."

Una vez recuperada, la Razón se reincorporó, invocó otro intervalo atemporal y regresó junto a la Fe.
- Ha escapado - Le dijo con timidez.
- Aún no, está buscando una salida, pero ha vivido toda su vida aqui dentro. No sabe por donde salir.
- Pero lo sabrá pronto, ¿No?. He fallado en controlarlo... - Los ojos de la Razón se llenaron de lágrimas.
- Tranquila, todavía puedo sellar las salidas.
- ¡¿Y recluir al instinto?! ¿Como controlar su ira?
- Puedo usar toda mi fuerza contra él, pero...
- ¿Pero qué? - inquirió rápidamente.
- Tendras que gobernar en mi lugar mientras dura esta crisis. - Los ojos de la Razón se abrieron de par en par.
- Pero... pero todavía no estoy listo.
- Solo será por un tiempo. Solo hasta que selle las salidas y el Instinto regrese..
- Aún no comprendo el mundo como debiera.... - dijo sollozando
La Fe suspiró y repitió -"Llegará el día...". Pero la Razón no la escuchó, estaba preocupada por su inminente responsabilidad.
- ¿Y si no regresa?

La Fe calló por un momento y luego añadió
- Entonces prepárate para ser espectador de la batalla mas terrible que una razón pueda presenciar.

La Razón miró hacia arriba, contemplando la infinidad del recinto atemporal. Su inmensidad le permitiría al instinto esconderse.

Absorto en sus pensamientos, la Fe percibió la incertidumbre de la razón, y temió por su futuro.

Llegará el dia en que la Razón crea que ha comprendido todo el mundo que lo rodea y entonces gestará una sombra que inhibirá al Instinto y a la Fe, para finalmente devorar a la mismísima Razón.
Llegará el dia en que la Razón perderá la esperanza, y sumergirá el recinto de la mente en tinibieblas. Una oscuridad que llegará lenta y dolorsamente, pero que nunca terminará de llegar.

La Fe invocó otro intervalo atemporal y el recinto quedó completamente sellado. "Esperemos..."

Desde otro plano existencial, una lineas rojas recorrían el globo ocular de un joven de 17 años. Mientras caminaba lentamente de regreso a casa, observando como brotaba la sangre de una herida reciente en su mano.